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5/24/2016

Pitalito bajo el hampa



Santiago Villarreal Cuéllar

Atracos a cualquier hora del día y la noche en calles, céntricas y periféricas; robo de motocicletas en la ciudad y el campo; asaltos a fincas; bandas delincuenciales asechando sus víctimas ante la mirada temerosa de la gente. Así está la ciudad y zonas rurales del hermoso Valle de Laboyos, otrora apacible por cuyas vías urbanas y campesinas se transitaba sin temor de ser atracados y hasta asesinados por malandros que se apoderaron de una ciudadanía atemorizada e insegura. Muchas autoridades civiles, policiales y militares, no les gusta que se revele la cruda realidad. Argumentan que no debemos hablar mal de la ciudad; que muchos turistas no vienen por temor cuando conocen estos hechos. Pero no podemos tapar el sol con las manos; la ciudadanía laboyana está harta de esta terrible situación; no aguanta más; no quieren seguir callando una realidad que crece diariamente. No podemos callar un derecho que tenemos los ciudadanos de tener unas mínimas garantías de seguridad. Garantía que deben brindar las autoridades legítimamente constituidas; esas que devengan un sueldo pagado con los impuestos que tributamos todos los ciudadanos. Hoy se levantan voces inconformes reclamando la conformación de grupos de justicia privada, ante la ineficacia de las autoridades legales, y por el terror de ser víctimas de los delincuentes. Naturalmente quienes creemos en el derecho y la legalidad rechazamos rotundamente esta solicitud, pero ante todo porque defendemos los derechos humanos. Esta no constituye la solución, sino el derrumbe total de una sociedad y caer en el abismo de la barbarie.   

La solución corresponde a todos. Debe haber un engranaje entre la sociedad civil, la principal víctima, las autoridades civiles, policiales, judiciales, militares y religiosas. No debemos olvidar que Pitalito posee uno de los más altos índices de desempleo, aspecto que contribuye al crecimiento de la ilegalidad y criminalidad. Muchos barrios periféricos, en los cuales se ubican las guaridas de los delincuentes, carecen de viviendas dignas, agua potable permanente, vías pavimentadas y sin mantenimiento; alcantarillados obsoletos, falta de alumbrado público, y unas condiciones sociales deprimentes de sus familias; muchas desayunan con agua de panela y una tostada, y el almuerzo se compone de arroz y una bebida azucarada. Con estas desigualdades y necesidades nada distinto puede esperarse sino el engendro de seres humanos inconformes, cuya única oportunidad es la ilegalidad en todas sus formas.


No basta la represión policial y militar; grandes recursos deben ser invertidos para mitigar estas necesidades. La administración municipal debe presentar proyectos al departamento y la nación para invertir en lo social. De lo contrario el hampa puede ganar la batalla.        

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