Santiago Villarreal Cuéllar
Filas interminables de gente abanicando sus
rostros con periódicos; niños bostezando mientras cuidan el turno de la fila a
sus mayores; mujeres cansadas observando con ojos tristes las puertas próximas
del autoservicio. Desde altas horas de la madrugada hasta el anochecer,
Caracas, Maracaibo y demás ciudades venezolanas vive el drama de escases de
productos de primera necesidad lo mismo que la falta de medicamentos. Nunca
antes en su historia, Venezuela había atravesado una crisis tan profunda como
ahora. Quizá la más reciente se vivió después del caracazo, cuando el
presidente Carlos Andrés Pérez suprimió por decreto los subsidios de los
productos alimenticios, electricidad y acueducto, obedeciendo las recetas del
Fondo Monetario Internacional e introduciendo el modelo económico
neo-liberal. En esa oportunidad la
inflación se disparó de un día para otro en más de mil por ciento; cayó
dramáticamente el poder adquisitivo de los más pobres y aunque los
autoservicios estaban abarrotados de alimentos, el salario no alcanzaba para
comprar lo esencial. Ahora sucede lo contrario, el venezolano camina con sus
bolsillos repletos de dinero, pero no hay alimentos para comprar. Lo ocurrido
después del caracazo dio al traste con la hegemonía bipartidista de la derecha
que gobernó ese país después del pacto de Punto Fijo. Sin embargo, la caída del
régimen solo ocurrió diez años después, cuando el presidente Hugo Chávez llegó
al poder. Durante sus 14 años de gobierno, Venezuela ingresó a una década de
prosperidad económica, cambió radicalmente la vida de los venezolanos más
pobres, surgió una clase media muy prospera, mejoró la calidad de vida de toda
la sociedad, bajó el desempleo a cifras inferiores al 6% y la inflación al 8%.
La muerte de Chávez cambió dramáticamente las
condiciones políticas y sociales del país. La llegada del presidente Maduro
trajo consigo una serie de desaciertos en materia económica, sumándose a la
catástrofe la caída vertiginosa de los precios del petróleo, fuente primaria de
los ingresos económicos de la nación. La derecha aprovechó la crisis para
crecer electoralmente, aunque permanece huérfana de un programa claro que
indique el rumbo del futuro del país, y sin un líder fuerte que pueda llegar a
unificar una sociedad polarizada y fragmentada.
Actualmente el régimen ha llegado a un
callejón sin salida, pero me temo que al igual que en el pasado, no se vislumbra
una salida a corto plazo. Maduro sabe que no podrá maniobrar por mucho rato,
pero la derecha que domina las mayorías en la asamblea nacional tiene menos
posibilidades de manejar la situación. Cuando un régimen agoniza, el
sufrimiento del pueblo se hace más doloroso.
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