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6/11/2015

Mi hijo no quiere estudiar


Santiago Villarreal Cuéllar

Diariamente madres y padres de familia se encuentran impotentes ante la negativa de hijas e hijos para ir al colegio. Púberes, pre-adolescentes y adolescentes, desertan de planteles educativos, manifestando no querer estudiar. El fenómeno no es exclusivo de Colombia, sino que en países como España, Estados Unidos y muchas naciones latinoamericanas, jóvenes de ambos sexos se niegan a continuar sus estudios. Verdad es que la globalización de la economía y el modelo económico neo-liberal imperante en la mayoría de naciones occidentales, terminó convirtiendo los profesionales de todas las ramas en un mercado poco apetecido. Ser profesional no garantiza un empleo y mucho menos convertirse en un empresario como pretenden vender la idea universidades e institutos influidos por la siniestra doctrina neo-liberal. El profesional de hoy muchas veces ejerce oficios distintos a esa carrera que con tanto esfuerzo estudió; y ni que decir de los sueldos miserables y el empleo chatarra, o contrataciones temporales que desestimulan al trabajador. Todo ese fenómeno hace que nuestra juventud no sienta ningún alago para ir a estudiar. ¿Pero qué otra opción escoger? ¡Ninguna!
Un adolescente no tiene otra alternativa que estudiar mientras esté a cargo de sus progenitores, o quien ejerza ese rol. Y algo muy importante que deben tener en cuenta los adultos, padres de familia, o quienes desempeñen esa tarea: el estudio no es negociable con nuestros hijos. Un padre o madre puede negociar reglas, castigos, o hasta el menú del almuerzo, pero el ir a estudiar no se negocia. Sencillamente estudian, quiéranlo o no. El ejercicio de la autoridad es fundamental por parte de padres y madres. Autoridad no es sinónimo de castigo, o violencia con los menores, pero la autoridad hay que ejercerla. ¿Cómo? Cada núcleo familiar tiene sus formas y reglas para ejercer ese rol, y  no existe fórmula única ni general. El estudio de los hijos es un derecho y además una obligación de los padres, de manera que no existe ningún argumento para no ir a la escuela.    

   

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