Santiago
Villarreal Cuéllar
El ruido ensordecedor del canto de los pájaros se interrumpe al
escucharse a lo lejos el zumbido de una legión de helicópteros; manadas de
monos chillan temerosos, mientras cientos de guacamayas y papagayos levantan
vuelo, huyendo de la invasión aérea. A los pocos minutos, una avioneta
sobrevuela la zona selvática, vomitando una blanca nube que se convierte en
mortífero rocío sobre las copas de los árboles y cultivos de plátano, yuca,
maíz, frijol y coca. Una hora después, decenas de pájaros, caen sobre la
hojarasca; continúan temblorosos por unos minutos y finalmente, al cabo de
media hora, mueren. También perecen insectos, pequeños reptiles, roedores y
pequeñas orugas (gusanos) de diferentes colores. A los dos días, plantaciones
de pan-coger, lo mismo que las matas de coca y extensas zonas boscosas
comienzan a marchitarse por los efectos del herbicida llamado Glifosato. En
regiones donde viven familias pobres descuajando selva para sembrar cualquier
cultivo y poder sobrevivir, perros, gallinas y niños enferman varios días.
Nadie puede negar, que este herbicida es altamente contaminante; tan peligroso
que Colombia es el único país del mundo que ha permitido fumigar grandes
extensiones boscosas con esta substancia, bajo el argumento de contrarrestar
los cultivos ilícitos. Verdad es que la poderosa compañía Monsanto tiene el
monopolio de las fumigaciones en nuestra nación, debido al número de congresistas
norteamericanos que presionan para aprobar partidas para Colombia, en aras de
perseguir los cultivos prohibidos. En nuestra nación también una legión de
congresistas sirven dócilmente a esta compañía para que mantenga el contrato de
contaminar, perdón, fumigar; seguramente estos legisladores reciben prebendas de
esta multinacional, porque nadie trabaja gratis, y mucho menos estos padres de
la patria que viven muy ocupados.
Pero la
pesadilla terminó; no volverán a fumigar nuestros bosques y la selva amazónica,
pulmón del mundo. Después de mucho patalear y gracias al Ministerio de Salud,
tomando como referencia las recomendaciones de la Organización Mundial de la
Salud, el gobierno decidió terminar con las fumigaciones con Glifosato para
combatir los cultivos ilícitos. Los sacrosantos combatientes del narcotráfico
(de labios para afuera), pusieron el grito en el cielo, manifestando que los
cultivos de coca se multiplicarán; es cierto. El Procurador dijo que fue un
pacto entre el gobierno de Santos y las farc para complacer esta última; quizá
tenga razón. Pero es preferible que sigan sembrando coca, o que sea un acuerdo
entre gobierno y guerrillas, a continuar destruyendo nuestra flora, fauna y
seres humanos, con una substancia dañina como el Glifosato. El mundo debe
prepararse para legalizar el cultivo de plantas productoras de substancias
alucinógenas, y su consumo.
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