Santiago Villarreal Cuéllar
Durante la Edad Media, muchas mujeres,
generalmente viudas o solteronas, se dedicaron a preparar remedios caseros para
tratar enfermos en diferentes zonas de Europa. La medicina era ejercida por un
puñado de hombres que estudiaban en las pocas universidades del viejo
continente. La gran mayoría de tratamientos médicos estaba en manos de sacerdotes
y monjes católicos, cuyas patologías consistían en diagnosticar maleficios o
enfermedades llamadas espirituales. Así también el tratamiento consistía en
rezos, oraciones y exorcismos. Cientos de miles de demonios y espíritus
tenebrosos fueron expulsados de los cuerpos de otro tanto de mortales. La
medicina era entonces monopolio de la Iglesia Católica y cualquier mortal que
pretendiera competir, tenía que enfrentar ese imperio. El peligro era mayor si
quien pretendiera hacer competencia al lucrativo negocio era una mujer. Este
género estaba equiparado en aquella época en igualdad de condiciones con
los animales. Claro está que en algunas sociedades del
medio y lejano oriente, la mujer continúa siendo algo similar, con la
diferencia que ya no es el cristianismo el responsable de esta discriminación,
sino otras doctrinas religiosas. Parece que algunos dioses continúan siendo tan
machistas como el dios cristiano de la edad media, seguramente debido a su
soltería.
Era preciso prohibir a estas mujeres ejercer
prácticas médicas, destinadas exclusivamente a los hombres, y en particular a
los clérigos. Fueron tildadas de brujas y hechiceras. Al principio se les
ahuyentó de sus lugares, desterrándolas para otros más lejanos. Pero al crearse
la santa inquisición, el delito pasó a mayores y se estableció la pena de
muerte para estas brujas. Pero no cualquier muerte, era necesario quemárlas
vivas en las plazas de los pueblos donde eran sorprendidas ejerciendo tan
abominables prácticas. No se tienen estadísticas de la cantidad de mujeres
calificadas de brujas que fueron víctimas de las llamas por el delito de
ejercer medicina casera, generalmente para ganar unos cuantos peniques y
sobrevivir. Curiosamente no se tiene noticias sobre brujos hombres, y pasaron
varios siglos para que el género masculino ejerciera esta práctica.
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