Santiago Villarreal Cuéllar
Cuerpos mutilados como consecuencia del
horroroso bombardeo; 26 guerrilleros destrozados; policías heridos y uno
muerto; labranzas de humildes campesinos destruidas por los bombardeos aéreos;
el horror de la guerra de nuevo se cierne sobre el horizonte de la patria. El
rompimiento del cese unilateral del fuego decretado por las farc, constituye un
retroceso en esta guerra absurda, inmisericorde, donde mueren seres humanos. Lo
horroroso de este conflicto armado es que hay un sector de la sociedad
colombiana que aplaude la muerte de guerrilleros, como si estas personas no
fueran seres humanos; como si no fueran hijos de padres y madres que también
sienten dolor; como si esas personas que aplauden no tuvieran hijos, o
familiares que en un momento dado pueden perecer en esta guerra. ¿Dirán lo
mismo el día que algún ser querido caiga víctima de esta violencia? Me parece
que este sector de la sociedad está enfermo, cuya patología mental raya con la
psicopatía. Porque no se explica uno cómo pueden aplaudir la muerte violenta de
seres humanos. Desde la perspectiva humanista, el derecho a la vida constituye
el principio de todos los derechos; y desde la perspectiva cristiana, la vida
es la máxima exaltación de la divinidad. Entonces ese sector social que aplaude
la muerte de seres humanos, ni es humanista, ni es cristiano. Pero frente a
esta carnicería que se desatará como consecuencia del recrudecimiento de la
violencia, los colombianos que creemos en las negociaciones de paz, debemos
invitar a una cruzada para buscar caminos que agilicen estos diálogos y pongan
fin a este conflicto.
Pero mientras el gobierno del presidente
Santos continúa vendiendo el proceso de paz como su principal bandera, no
parece interesado en realizar las grandes reformas sociales que el país
necesita para lograr una paz integral. Las reformas estructurales a la salud,
cuyo perverso sistema continúa matando lentamente los colombianos, no aparece
por ningún lado. La reforma a la educación, cuya gratuidad debe extenderse a
las universidades y con excelente calidad. La reforma a la justicia parece
empantanada, mientras los colombianos perdemos la confianza en este sistema
judicial. Seguimos siendo el primer país más desigual de América Latina, y el
cuarto más inequitativo del mundo. Al gobierno no parece interesarle que en el
Chocó, la Guajira y en el sur de Bogotá, mueran niños de desnutrición. Ocupamos
un lugar vergonzoso junto con naciones africanas donde ciudadanos de todas las
edades perecen por inanición. No puede el gobierno pretender llegar a una
verdadera paz si a la par con las negociaciones con los grupos guerrilleros, no
hace las reformas estructurales que
el país necesita.
1 comentarios:
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