Santiago Villarreal Cuéllar
Desde los albores de la antigüedad cuando el
hombre todavía caminaba encorvado, vislumbró en su limitado cerebro, asombrado
ante las maravillas de la naturaleza la idea de seres extrasensoriales,
abstractos, más allá de la materia; seres etéreos, seres gaseosos, seres de
otros mundos, o quizá de aquí mismo. Con el correr de los años, la evolución
cerebral, el razonar y el filosofar, el humano creó la mágica palabra: Dios.
Pero no era solo uno, eran varios, muchos dioses. Cada elemento vivo poseía un
dios, un espíritu, un ser elemental de una cuarta dimensión como se
interpretaría millones de años después por la masonería oculta. Así evolucionó
el ser humano hasta la llegada de la civilización hindú, hiperbórea, druida, celta,
caldea, china, griega, romana y egipcia en oriente y occidente; pero aquí en lo
que conocemos hoy como América, las civilizaciones Azteca, Maya, Chibcha, Inca
y Mapuche, también poseían una legión de dioses y diosas. Porque una de las
particularidades de estas primeras civilizaciones fue colocar al género
femenino en el mismo pedestal del masculino. Dioses masculinos y diosas
femeninas. Hasta entonces predominaron las religiones politeístas. Así
trascurrieron miles de años hasta la llegada del judaísmo, hace cinco mil años.
Irrumpe Jehová, el dios creador del hombre; bastó un soplo sobre un trozo de
barro para que Adán se formara como el primer hombre, para los judíos claro
está, y posteriormente los cristianos. Y de la costilla de Adán salió Eva, la
mujer, la pecadora, la que hizo caer al hombre; nace el machismo. La mujer por
ser una parte de la carne del hombre es inferior a él según los preceptos
bíblicos. El hombre no debía estar solo, pensó Jehová, ese dios masculino,
machista, guerrero y vengador, creó la mujer para que acompañara al hombre;
algo así como una mascota para el pobre hombre solitario. Pero Jehová es el
sincretismo de Wotan, el dios de los druidas y celtas. Un dios guerrero,
vengador, destructor de naciones.
Hace dos mil años irrumpió al escenario
Jesús, el cristo, el redentor, el mismo dios según el nuevo testamento, pero
personificado en cuerpo masculino, continuando el legado machista judaico. Hace
mil seiscientos años nació el islamismo, cuando Mahoma recibió la revelación
del Corán, con Alá como único dios; masculino, machista, vengador y
guerrerista. Con estos tres credos religiosos se formó la doctrina monoteísta,
para distinguir las religiones que creen en un solo dios. Sin embargo, la
semilla de los cultos politeístas continúa subsistiendo en distintas regiones
del mundo; no solo subsisten sino que comienzan a despertar del viejo sueño
monoteísta.
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