Santiago Villarreal Cuéllar
Los colombianos estamos lejos de vivir ese ideal filosófico inspirado por
los griegos de calificar la democracia como el gobierno del pueblo para el
pueblo. Quien mejor define las democracias latinoamericanas es el filósofo
argentino-mexicano, Enrique Dussel, que las califica de “democracias fetiches.”
Esa es la dura realidad de nuestros pueblos, donde quien tiene más dinero logra
los mejores réditos electorales.
Por estos días en toda Colombia, se ven costosas vallas publicitarias,
exhibiendo los rostros de candidatos y candidatas, con fingidas sonrisas de
oreja a oreja, algunos con exceso de maquillaje y retoques para aparecer más
jóvenes, y disimular sus arrugas. Las frases para cautivar al ingenuo elector,
van desde decir que cuenten con ellos, a la paz está con ellos y conmigo; o que
cuando ellos se apoltronen en las cómodas sillas del Capitolio Nacional, todos
ganaremos. ¿Será que van a repartir el sueldo equitativamente entre sus
electores? Otros más descarados, dicen que son nuestros “amigos,” como si el
pueblo no supiera que cuando ganan, cambian el número de su celular para que
nadie los llame. Muros, postes, árboles, piedras y barrancos, no se salvan de
ser embadurnados de engrudo, sucios afiches, o letreros escritos con tintas
caras, en un derroche de papel y recursos que bien podría alimentar cientos de
familias que almuerzan solo con arroz y café. Desfiles en carros y motos,
llenos de globos, coloridos papeles, y después, la reunión donde reparten pan
barato con jamoneta de mala calidad y gaseosa; otros más cotizados reparten
lechona, tamales, carne asada, y bastante aguardiente para alegrar los ánimos
de los aburridos asistentes, que saben que solo van a escuchar la misma sarta
de mentiras de cada cuatro años; ahora se han inventado los famosos bingos,
donde rifan desde rulos para el cabello, hasta neveras; y lo que no puede
faltar en ninguna campaña que se respete: dinero en efectivo para el “líder,” concejal
amigo, presidente de junta comunal, ediles, y el día de las elecciones para
aquellos electores inconformes que se hacen del rogar. Surge la pregunta de
siempre: ¿Por qué gastan tanto dinero para lograr una curul? ¿Es rentable
invertir cuantiosas sumas para ganar un salario que no recompensará? El pueblo
sabe los negociados que están detrás de esa forma de hacer política. Tenemos entonces
una democracia elaborada artificialmente por el dinero, para saquear dinero.
Haciendo honor a la verdad, en esta campaña se salvan dos sectores
políticos: la izquierda y la extrema derecha. La primera dice no tener recursos
y el “uribismo” no reparte ni agua.
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