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2/04/2014

Gobierno del dinero para el dinero


Santiago Villarreal Cuéllar

Los colombianos estamos lejos de vivir ese ideal filosófico inspirado por los griegos de calificar la democracia como el gobierno del pueblo para el pueblo. Quien mejor define las democracias latinoamericanas es el filósofo argentino-mexicano, Enrique Dussel, que las califica de “democracias fetiches.” Esa es la dura realidad de nuestros pueblos, donde quien tiene más dinero logra los mejores réditos electorales.
Por estos días en toda Colombia, se ven costosas vallas publicitarias, exhibiendo los rostros de candidatos y candidatas, con fingidas sonrisas de oreja a oreja, algunos con exceso de maquillaje y retoques para aparecer más jóvenes, y disimular sus arrugas. Las frases para cautivar al ingenuo elector, van desde decir que cuenten con ellos, a la paz está con ellos y conmigo; o que cuando ellos se apoltronen en las cómodas sillas del Capitolio Nacional, todos ganaremos. ¿Será que van a repartir el sueldo equitativamente entre sus electores? Otros más descarados, dicen que son nuestros “amigos,” como si el pueblo no supiera que cuando ganan, cambian el número de su celular para que nadie los llame. Muros, postes, árboles, piedras y barrancos, no se salvan de ser embadurnados de engrudo, sucios afiches, o letreros escritos con tintas caras, en un derroche de papel y recursos que bien podría alimentar cientos de familias que almuerzan solo con arroz y café. Desfiles en carros y motos, llenos de globos, coloridos papeles, y después, la reunión donde reparten pan barato con jamoneta de mala calidad y gaseosa; otros más cotizados reparten lechona, tamales, carne asada, y bastante aguardiente para alegrar los ánimos de los aburridos asistentes, que saben que solo van a escuchar la misma sarta de mentiras de cada cuatro años; ahora se han inventado los famosos bingos, donde rifan desde rulos para el cabello, hasta neveras; y lo que no puede faltar en ninguna campaña que se respete: dinero en efectivo para el “líder,” concejal amigo, presidente de junta comunal, ediles, y el día de las elecciones para aquellos electores inconformes que se hacen del rogar. Surge la pregunta de siempre: ¿Por qué gastan tanto dinero para lograr una curul? ¿Es rentable invertir cuantiosas sumas para ganar un salario que no recompensará? El pueblo sabe los negociados que están detrás de esa forma de hacer política. Tenemos entonces una democracia elaborada artificialmente por el dinero, para saquear dinero.  

Haciendo honor a la verdad, en esta campaña se salvan dos sectores políticos: la izquierda y la extrema derecha. La primera dice no tener recursos y el “uribismo” no reparte ni agua.         

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