Santiago Villarreal Cuéllar
“Y yo
dirijo a nuestro gobierno esta súplica: dóblese, triplíquese la guardia en su
tumba.” Esta frase tomada del libro Los Herederos de Stalin, del escritor ruso
Evtusenko, víctima de la opresión del régimen stalinista, refleja el temor que
inspiraba este genocida, aun después de muerto. La muerte del ex primer ministro
israelí Ariel Sharón, otro genocida que lamentablemente no fue juzgado para que
respondiera y fuera castigado por los crímenes de lesa humanidad, cometidos a
lo largo de su carrera militar y política, también llama a pedir a gritos que
se vigile su tumba para evitar su retorno. La historia de este personaje está
manchada de sangre desde los inicios de su carrera. Perteneció a la logia
masónica Estrella de Sión, una sociedad secreta que adora la muerte de los no
judíos; para ellos el gentil, o persona no judía, debe morir degollado y
desangrado; por tal razón, cuando asesinan a un ser humano mediante balazos,
ahorcamiento, o bajo los dolorosos tormentos de la tortura, el cadáver debe
degollarse para cumplir el rito de desangre. Así pensaba y actuaba este hombre
que para su país y algunos gobiernos del mundo, principalmente el de los
Estados Unidos, fue considerado un héroe. Pero para los defensores de los
derechos humanos de todo el mundo, Sharón pasará a la historia como uno de los
más crueles genocidas, sin la posibilidad de haber sido castigado por los
delitos de lesa humanidad cometidos por él.
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