Santiago Villarreal Cuéllar
La quema de brujas
en la hoguera durante la Edad Media, previamente juzgadas y sentenciadas por la
Santa Inquisición, creada por la Iglesia Católica Apostólica y Romana,
constituyó el peor error de la historia. Eso sin sumar los horrendos crímenes
ordenados por papas, cardenales, obispos, sacerdotes y creyentes que fácilmente
se olvidan, pero que están allí, en las páginas de la historia. Todas estas
bellaquerías han sido cometidas por predicadores y seguidores del hombre que
exaltó la vida como la máxima expresión de la divinidad. Por quien dijo: “no
matarás,” y cuya predica fue recopilada en los libros conocidos como los
evangelios.
Los protestantes
llamados “evangélicos,” “creyentes,” o convertidos, gustan de contar estas
historias para mostrar que sus iglesias son sanas y que en las suyas no cometen
esta clase de crímenes. Sin embargo, cuando se trata de humanos todo puede
suceder.
El pasado 15 de
febrero de 2017, en una lejana aldea llamada El Cortezal, al norte de
Nicaragua, cerca del litoral Caribe, donde tiene ramificaciones la Iglesia
Visión Celestial de las Asambleas de Dios, fue llevada la señora Vilma
Trujillo, de 25 años de edad, para que oraran por ella y realizaran un rito de
sanación, como suelen hacer estos creyentes.
Para el pastor Juan
Gregorio Rocha, un joven de apenas 23 años, no cabía ninguna duda: Vilma estaba
poseída por el mismísimo demonio y era preciso realizar una ceremonia especial
para purificar el espíritu de la pecadora, o impía. Para los militantes de esa
secta, cuya fundación tiene sus orígenes en los Estados Unidos, y fue constituida
en 1914, quienes no profesamos el evangelio somos impíos. Igual piensan los
pentecostales y otros fanáticos que se consideran salvos, y ven al resto de la
humanidad como una manada de demonios y pecadores.
Sin pensarlo más, el
Reverendo Juan Gregorio Rocha ordenó a sus creyentes encender una hoguera,
amarrar la impía, y llevarla hasta la candelada para ungirla con fuego, y así expulsar
el peligroso espíritu maligno que la poseía. Pero se le fue la mano a Rocha y
su cortejo de alucinados. En medio de la ebriedad producto de la fe y extrema
creencia, quemaron tanto el cuerpo de esta infortunada, que decidieron arrojarlo,
hecho casi chicharrón, a un barranco en medio de cantos, oraciones y chillidos
espantosos de quienes decían estar poseídos por el espíritu santo.
El 80% del cuerpo de
Vilma fue presa del fuego, y aunque fue auxiliada por algunos familiares
quienes la llevaron a un hospital cercano, su alma se esfumó, llevándose
consigo al espíritu maligno del demonio que se negó abandonar su desdichada
carne.
Por este crimen, el
reverendo Rocha puede pagar 30 años de cárcel, según la legislación penal
nicaragüense. Sus cuatro cercanos cómplices, entre ellos dos mujeres, también
pueden ser condenados por semejante aberración.
Creíamos que en la
era digital, cuando las tecnologías y la ciencia han tenido los más grandes
avances en toda la historia de la humanidad, estas locuras estaban superadas.
Pero no, el fanatismo religioso, conocido en las ciencias sicológicas como
compulsivos a las sectas, continúa vigente. Quizá ha surgido con más crueldad
porque esa mescolanza de dioses, sanaciones y demonios, puede originar un fuego
infernal donde deben quemarse los impíos.
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