Santiago Villarreal Cuéllar
Existe una carencia
de afecto en la mayoría de los seres humanos de todas las edades. Las familias
antiguas donde la madre permanecía en casa cuidando los hijos produjeron una
generación de personas llenas de afecto. Hoy encontramos adolescentes de ambos
sexos faltos de confianza en sí mismos, baja autoestima, y buscando afecto en
la primera persona que se lo pueda brindar. Esa constituye una de las varias causales
para que abunden los embarazos en niñas entre los diez y los diez y seis años.
Por su parte, los púberes y adolescentes de ambos sexos son presa fácil del
consumo de drogas (alucinógenos, tabaco, alcohol y drogas sintéticas) pues de
esta forma logran mitigar los altos índices de ansiedad originada por la falta
de afecto. También algunos suicidios en adolescentes tienen como causa la falta
de afectividad.
Es importante que
desde su nacimiento comencemos a prodigar cariño, afecto y amor a ese nuevo ser
que llega al hogar. A los niños no debemos mirarlos como simples objetos, cosas
o seres que no comprenden asuntos de adultos. Es un grave error creer que un
niño no capta las emociones, sentimientos
y comportamientos de los adultos. El cerebro de los niños es algo
parecido a una esponja: absorbe todas las emociones, y los mensajes emitidos
por la mente humana. De allí la importancia de generar un buen ejemplo a los
pequeños, brindar confianza, no mentir sobre ningún aspecto y prodigar
caricias, besos, abrazos, amor y afecto. Algunos padres creen que expresar
estas emociones a los niños los hace débiles, afeminados en el caso de los varones.
Pero cuan equivocados están, porque un niño que no recibe estas manifestaciones
de afecto es más propenso para que otra persona particular lo brinde y puede
ser inducido fácilmente a asumir otros comportamientos sexuales, que si bien no
son condenables, por lo menos no son deseables para la mayoría de padres. Así
que de hoy en adelante brinde mucho afecto a sus hijos.
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