Santiago Villarreal Cuéllar
Después del
plebiscito donde ganó ligeramente el no, se abrió una profunda grieta para
continuar con los acuerdos firmados. Reuniones van y reuniones vienen con los
representantes victoriosos cuyo único objetivo es poner talanqueras en la rueda
del proceso. El merecido galardón entregado por parte del comité del Nobel de
Paz al presidente Juan Manuel Santos, parecería que oxigena los ánimos
caldeados para continuar con tesón buscando que los acuerdos no sufran
resquebrajamiento y se desmorone lo que con esfuerzo se logró durante estos
cuatro años. Sin embargo, los sectores de la extrema derecha triunfadora, ahora
desenmascarada por la financiación de importantes firmas pertenecientes a la
rancia oligarquía colombiana, insiste en introducir reformas a los acuerdos sin
contar siquiera con la respuesta de las farc, que en este momento tienen la
sartén por el mango, y son ellos y nadie más que ese grupo armado quien
decidirá finalmente si acepta o no modificar lo firmado.
Históricamente la
derecha ha dividido al país con las banderas de la paz y la guerra, desangrando
al pueblo que es quien pone los muertos mientras esa estirpe sangrienta de
oligarcas celebran con whiskies y caviar cada victoria de sus maquiavélicas
hazañas y continúan usufrutuando los beneficios que para ellos trae la guerra
como lucrativo negocio y repartiéndose el botín del estado en favor de sus
insaciables fauces. Esa oligarquía corrompida dividió la nación entre los
partidarios del sí y del no en el plebiscito, mientras el pueblo se pelea en
calles, vecindades y redes sociales, defendiendo las dos opciones, y ellos se
reúnen en el palacio de Nariño para planificar cómo se repartirán los
dividendos del posconflicto, o en el mejor de los casos regresar a una guerra
fratricida donde el pueblo raso continuará pagándola con sus impuestos y
poniendo las víctimas.
Pero en esta
oportunidad el pueblo parece haber despertado del engaño y ha salido a plazas y
calles a defender como suyo el derecho inalienable de la paz para todos los
colombianos. Gracias a un selecto grupo de estudiantes de las universidades
capitalinas que por las redes sociales, por fortuna todavía libres y no
manipuladas como los grandes medios de comunicación al servicio de la burguesía
dominante, se ha logrado concienciar a cientos de miles de colombianos para que
salgamos a defender los acuerdos ya firmados y no permitir que un minúsculo
grupo de personajes cuyas manos están manchadas de sangre producto de la
guerra, manipulen o trunquen los acuerdos. Esta es la última oportunidad para
decirle a estos verdugos: no jueguen más con la paz. ¡Hagámosla ya!
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