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10/18/2016

El alma de los difuntos


Santiago Villarreal Cuéllar

En las diferentes culturas religiosas, politeístas y monoteístas, el concepto de alma o espíritu es inherente a sus creencias. El cuerpo humano no solo es materia. Dentro de esa materia existe un ser invisible, abstracto, la chispa que alimenta y rige el destino. Los filósofos antiguos y modernos han puesto en duda la existencia del alma, pero las creencias religiosas han influido más la mentalidad de las masas y se resisten a prescindir del alma. Los científicos desconocen la existencia del alma y de los espíritus, pero la mayoría de la gente no confía en la ciencia y solo la utiliza cuando es indispensable. Para la mayoría de la gente todo hecho científico gira alrededor de fuerzas abstractas, invisibles, divinas. Quizá la creencia en el alma se debe a ese apego natural de los humanos a la vida y resistirse a morir. Para la mayoría el cuerpo muere, pero el alma es inmortal. Es decir, nunca moriremos del todo y esa alma, espíritu o memoria perpetuará el nombre de las personas.

¿A dónde irá el alma de los difuntos? Son diversas las teorías y ricas en imaginación. Para los orientales, herederos de la milenaria cultura hindú, el alma de un ser humano, igual que la de un animal, árbol o seres vivos (para ellos todo ser viviente posee un espíritu) tiene ciclos de reencarnación. Es decir, que al morir un ser, ese espíritu o alma reencarna en otro ser material animado. Dependiendo del karma que tenga ese ser, el alma ocupará determinado cuerpo, sea vegetal, animal o humano. Solo aquellos seres trascendidos lograrán liberarse del karma de la reencarnación y viajar al absoluto o lugar celeste donde descansarán hasta la eternidad.
Para la cultura cristiana esa alma se marchará hasta un lugar de descanso donde esperarán el juicio final. Ese día los “buenos” irán al cielo a ubicarse a la diestra de Dios y los “malos” serán enviados al infierno donde serán quemados hasta la eternidad.      


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