Santiago Villarreal Cuéllar
Las recientes
encuestas para las elecciones del próximo 8 de noviembre en los Estados Unidos,
muestran un amplio margen de favorabilidad a la señora Hillary Clinton,
candidata del partido demócrata. Es inocultable el sesgo de la gran prensa
estadunidense, lo mismo que de las grandes corporaciones y de todo el
establecimiento para favorecer a como dé lugar a la señora Clinton.
Las propuestas
descabelladas, algunas de ellas, del señor Donald Trump, sumado a escándalos
sexuales, truncan anticipadamente sus aspiraciones hasta llegar a que amplios
sectores de dirigentes republicanos tomaran la decisión de marginarse de su
candidatura.
Muchos latinos y
gente nativa de los Estados Unidos, teme una victoria de Trump. ¿Pero qué tan
favorable para su país y el mundo resultará la posible presidencia de Hillary
Clinton? Para América Latina sería nefasta su administración y en especial para
las naciones que han optado por no someterse al yugo impuesto por los gobiernos
norteamericanos, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y en general al
nuevo orden de la gobalización mundial. Recordemos que siendo Secretaria de
Estado, patrocinó el golpe de estado propinado el 28 de junio de 2009 en
Honduras, contra el presidente constitucional Manuel Zelaya, imponiendo un
gobierno títere y favoreciendo en las siguientes elecciones a un pastor
evangélico que propició la llegada de multinacionles extranjeras para que
continuaran construyendo hidroeléctricas. Desde entonces, ese país
centroamericano viene siendo azotado por grupos para-militares, quienes
asesinan toda persona que lidere procesos contrarios a sus intereses. La ciudad
de Tegucigalpa ocupa hoy el primer lugar del mundo con el mayor índice de
asesinatos.
La señora Clinton
ha manifestado durante su campaña el apoyo irrestricto a la política militar de
Israel, indicando con ello que la guerra desigual contra el martirizado pueblo
palestino continuará sin cuartel, recrudeciendo la guerra en el medio oriente. Su
política de favorecer a Arabia Saudita, intensificará la guerra religiosa entre
sectores extremistas islámicos, poniendo en peligro la paz mundial y
contribuyendo a fragmentar la martirizada Siria. Esta política necesariamente
pondrá a Rusia en estado de alerta, lo que sin exageración podría desatar una
tercera guerra mundial.
Donald Trump por su
parte, no parece interesado en librar guerras externas y su programa está
centrado en invertir grandes recursos en reconstruir la infraestructura de su
país para generar más empleo y estabilizar la economía. Paradójicamente propone
revisar los tratados de libre comercio, negociados y aprobados por sus
antecesores con países latinoamericanos y de otras regiones pues los considera
lesivos para la economía de su país.
Pero será
finalmente el pueblo estadounidense quien en su sabiduría y conveniencia
elegirán el próximo mandatario de la nación americana.
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