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10/05/2016

El perdón reconforta los espíritus


Santiago Villarreal Cuéllar

El concepto de espiritualidad es religioso pero se aplica a las ciencias sociales y sicológicas. Para los creyentes la espiritualidad está ligada a la oración, meditación y sanación. Para las ciencias sociales y humanas, específicamente para la sicología, el espíritu está asociado a la mente. Una mente serena constituye un cerebro calmado, en armonía y paz. Para los exoterístas significa la paz interior, es decir, esa tranquilidad que se inspira desde lo más profundo de la consciencia humana. Pero cualquiera sea el concepto que manejemos lo importante consiste en que el perdón nacido desde la profundidad de la sinceridad hace que la persona que lo prodiga sienta una paz interior y una tranquilidad mental.

Las personas que guardan rencor, que no perdonan, que son incapaces de pedir una disculpa, son seres por naturaleza amargados. Guardan en su interior, en su mente diríamos desde la perspectiva sicológica, un gran peso, una carga. Se les atraganta ese enorme sapo que no logran digerir. Por esa razón es tan importante la comunicación, la necesidad de expresar nuestros sentimientos, sin pena, sin miedo. Debemos tener suficiente valor para pedir excusas, disculparnos y solicitar perdón cuando somos conscientes que hemos errado o cometimos una falta. A veces no es fácil porque siempre creemos tener la razón y ofendemos injustamente. Y aunque en el fondo sabemos que fuimos injustos muchas veces nos sentimos incapaces de expresar ese sentimiento y pedir perdón.

Pero también es muy importante perdonar. Así como constituye un deber pedir ese perdón cuando hemos cometido faltas, también debemos prodigar ese perdón a quien injustamente nos ha ofendido o cometido una arbitrariedad, por grave que esta sea. Cuando perdonamos sinceramente sentimos un alivio, una tranquilidad, una paz interior. El perdón nació del principio filosófico de la reflexión, el razonamiento y el conocimiento del ser humano. Los humanos somos capaces de cometer muchos errores, pero también poseemos la suficiente madurez mental para perdonar esos errores. Perdonar reconforta la mente y el espíritu.       


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