Santiago Villarreal Cuéllar
Mi amplia formación
humanista me enseñó que los conflictos existentes se resuelven mediante la
comunicación, el diálogo y la concertación. Los humanos somos la especie más
evolucionada de los restantes animales y en la memoria de la inteligencia priman
las neuronas de los cerebros del razonamiento, el discernimiento, la reflexión,
tolerancia y perdón. Salvo algunas excepciones el cerebro reptil prima en
algunos seres humanos. Son aquellos en quienes predomina la compulsión de
agresividad, violencia, y la intolerancia. Las grandes civilizaciones humanas
han sido construidas por comunidades pacíficas o en tiempos de paz. Las guerras
han destruido lo que con esfuerzo, esmero y creatividad se creó. La mayoría de
las guerras a lo largo de la historia han finalizado gracias al diálogo y la negociación.
Siempre es preferible una concertación donde pueden existir errores, que una
guerra perfecta donde se pierden miles de vidas. Las guerras benefician a
quienes venden armas y se lucran con su renta. Los intermediarios de las
guerras también sacan jugosas ganancias a costa de cientos de vidas destruidas.
Desde los diálogos
iniciados durante el gobierno de Belisario Betancur en Colombia con las
guerrillas, he sido su defensor. Siempre creí y calculé que en nuestro país la
guerrilla nunca sería (ni será) derrotada militarmente como en otros países. Para
hacer la guerra se necesita principalmente el recurso humano, pero este no se
consigue sino hay dinero. Nuestra nación posee un combustible que alimenta
todas las guerras: el narcotráfico y la minería ilegal. Con estos negocios ilícitos
se consigue todo el dinero necesario para prolongar la guerra indefinidamente. Por
eso apoyé los diálogos entre el gobierno y las farc, que parecen haber
culminado exitosamente. Me parece que los colombianos no debemos ser mezquinos
y despreciar una oportunidad como esta para reafirmar esos acuerdos en las
urnas votando por el sí.
Tengo un profundo
respeto por quienes votarán por el no, pero lamento que por detalles ambiguos
tomen esa decisión. Lamento sí, que el gobierno presione a gobernadores,
alcaldes, y estos últimos a sus subalternos para que voten por el sí, contrariando
la decisión consciente y condicionando las inversiones del presupuesto estatal
a una mayoría en cada región. No podemos pagar justos por pecadores porque en
las democracias siempre habrá contradictores, y de eso se trata, de aceptar las
diferencias, así estas sean contrarias a nuestras convicciones. También lamento
que estas negociaciones no hayan traído profundas reformas estructurales al
establecimiento.
Por mis principios
humanistas, mi vocación pacifista, mi profundo compromiso con los Derechos
Humanos, y mi deseo de ver un país libre de violencia, votaré SÍ.
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