Santiago Villarreal Cuéllar
A once meses de
elegido el gobernador Carlos Julio González, con la más alta votación de la
historia del Huila, todavía goza de mucha popularidad. La gente cree en el
mandatario cuando llega a sus terruños como si estuviera en campaña electoral. El
mandatario también se comporta de igual manera. Para él la campaña continua. No
hay lugar donde visite que no continúe haciendo promesas, ofreciendo cuantiosos
recursos económicos que nadie sabe de dónde saldrán. El tercer departamento más
pobre de Colombia, según las mediciones de la Dirección Nacional de Planeación,
no cuenta con el presupuesto suficiente para hacer grandes inversiones. Además,
como consecuencia del manejo centralizado de las regalías del petróleo, su
mayor fuente de financiación, sumada a la baja en los precios y la explotación
local, tendrá que apretar el cinturón en el próximo 2017. Así que no
comprendemos la demagogia del señor gobernador, cuando él es consciente que no
podrá cumplir ni siquiera lo prometido en su campaña del año pasado, mucho menos
los nuevos compromisos que diariamente adquiere. Pero lo más deplorable es que
nueve meses después de comenzar su mandato, no arranca. Parece estar embriagado
en su aureola de popularidad y piropos, y ni siquiera a las obras que dejó
inconclusas y financiadas el pasado mandatario, le da continuidad. Su principal
bandera, el camino es la educación, se ve opacada por la corrupción por parte
de operadores de los restaurantes escolares quienes se engullen el 60% de los recursos
presupuestados y solo invierten el excedente, suministrando una pésima ración
en detrimento de nuestra juventud estudiantil.
La primera dama
inició un programa de entrega de libros viejos para incentivar la lectura en
algunos lugares del departamento. No me parece elegante que una administración
que centró su programa y atención en la educación como premisa tenga que
recurrir a la mendicidad para recolectar libros usados, convirtiéndose la
primera dama en méndiga y tratando a nuestros niños de forma igual. Una flaca
labor, aunque llena de buenas intenciones, hace la primera dama, y creo que
debería implementar un plan más ambicioso y con recursos estatales. Se le abona a
esta señora su dinamismo para tratar de ayudar a su marido a poner a rodar el
carro estacionado de la administración departamental. A esto se suma el
lamentable descalabro del plebiscito, donde el mandatario huilense se la jugó
en favor del sí, pero los resultados fueron adversos. No sirvieron las amenazas
a los alcaldes para que hicieran esfuerzos en favor del sí, o de lo contrario las
partidas para estos municipios sería recortado. ¿Se desmorona su popularidad?
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