Santiago Villarreal Cuéllar
No obstante los
avances en educación, ciencia, tecnología, agricultura, y otros campos en la sociedad
occidental, la mayoría de políticos colombianos continúan levitando en la edad
media. No evolucionaron y se niegan a aceptar los cambios sociales aferrándose
a preceptos dogmáticos y estrategias electoreras. A la mayoría no le interesa
el bienestar social de los ciudadanos, sino la forma de continuar vigentes en
sus curules y cargos, en detrimento de grandes sectores sociales que siguen
marginados del establecimiento. Pero no solo los políticos continúan ciegos a
los cambios. Una gran mayoría de la sociedad colombiana sigue pensando como si estuvieran
en el oscurantismo. Para esa sociedad la ilustración aun no llega. Para esa
sociedad es escandaloso ver una jovencita mostrando el ombligo o llevando un
piercing en el mismo lugar o en la lengua. Y si lo lleva un jovencito en sus
orejas u otra parte de su cuerpo, también es visto como alguien raro.
Ser diferente en
Colombia es ser contestatario, rebelde, sinónimo de insurgente. Esa sociedad
continúa creyendo en el viejo concepto de la “gente de bien,” heredado del
franquismo español y entronizado por el chulavismo de los años cincuenta. Las
familias y la gente “de bien” es el prototipo del conformista, que va a misa, a
culto, respeta las leyes sin interpretarlas ni cuestionarlas, viste
“decentemente,” no usa peinados escandalosos, tintes “raros,” y los muchachos
no se dejan crestas en sus cabellos. El diferente es mal visto, es sospechoso
de marihuanero, comunista, guerrillero, vicioso, homosexual, es un bicho raro,
es desechable. En la sociedad colombiana todavía se considera al desechable
como digno de ser borrado del mapa mediante la operación limpieza, herencia de
la operación cóndor y la seguridad nacional. Un gran sector de esa sociedad colombiana,
mal llamada cristiana, cree que la delincuencia y la gente diferente, debe ser
exterminada, matándola o desapareciéndola. Por eso no es raro que a las puertas
de un plebiscito para refrendar los acuerdos de paz, haya tanta gente
partidaria del no.
Y no se me hizo
raro que la comisión primera del senado votara mayoritariamente el proyecto de
referendo presentado por la senadora ultraderechista Viviane Morales para
preguntar al pueblo colombiano si desea o no que los homosexuales y lesbianas
puedan adoptar niños, añadiendo otro mico despreciable: que los y las solteras
tampoco pueden adoptar menores. Los otros senadores ultraderechistas que se
rasgan las vestiduras defendiendo este proyecto son: Hernán Andrade y Roberto
Gerlein, sin mencionar los del centro democrático que son cosa aparte. Temo que
la plenaria de esta corporación baile al compás de la melodía homofóbica.
0 comentarios:
Publicar un comentario