Santiago Villarreal Cuéllar
La democracia
colombiana ha sido restringida comparada con otras del mundo y de
Latino-América. Mientras que en algunas naciones (Suiza y Costa Rica) consultan
al pueblo hasta para comprar un carro por parte del gobierno, en Colombia solo
se han realizado dos plebiscitos: uno para entronizar el frente nacional y el
otro convocado para el próximo dos de octubre para consultar al pueblo si
queremos la paz o la guerra. En el plebiscito realizado el 10 de diciembre de
1957, se convocó a los colombianos para que ratificaran el pacto de Benidorm
celebrado entre los máximos representantes de la oligarquía dominante (Laureano
Gómez y Alberto Lleras Camargo) en 1956, para derrocar al presidente Gustavo
Rojas Pinilla, impuesto mediante un golpe de cuartel el 13 de junio de 1953,
patrocinado por el ex presidente Mariano Ospina Pérez y un sector del partido
liberal, con el único objetivo de salvaguardar los intereses mezquinos de esa
misma oligarquía, amenazada por una brutal guerra civil patrocinada por el
establecimiento en manos de Laureano Gómez. Sin embargo, Rojas Pinilla se le
salió de las manos a la clase dominante, cometiendo el error de algunos
políticos latinoamericanos: ayudar al pueblo desarrapado. De inmediato fue
calificado de populista y dictador. Igual a lo sucedido con Juan Domingo Perón
en la Argentina, Marcos Pérez Jiménez y recientemente Hugo Chávez en Venezuela.
Poner el estado al servicio de los pobres en las llamadas democracias liberales
es un pecado imperdonable por parte de las oligarquías, y el precio a pagar es
bastante alto: el derrocamiento o la muerte.
Con la aprobación
del plebiscito en 1957, se inició el frente nacional donde los partidos liberal
y conservador se alternaron el poder para defender los intereses
oligárquicos, cerrando cualquier brecha
de alternativa democrática, obligando a otras ideologías, especialmente de
izquierda a tomar las armas como única opción para expresar su inconformidad. Es
bueno recordar la verdadera historia para no tergiversarla ni repetirla.
El plebiscito por
la paz convocado por el presidente Juan Manuel Santos, con la aprobación del
congreso es quizá el más importante de la historia colombiana. Los ciudadanos
tenemos la inmensa responsabilidad de entronizar con nuestro voto afirmativo si
queremos para nuestras futuras generaciones una nación con la esperanza de
poner fin a una guerra de sesenta años, donde cientos de miles de colombianos
han perdido la vida, dejando huérfanos, madres y padres adoloridos, hombres
mutilados y personas con las secuelas de la tortura física o sicológica, o
seguir en lo mismo. Nos jugamos dos opciones claras: el mal (guerra y muerte) o
el bien (paz y vida).
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