Santiago Villarreal Cuéllar
Aquella mañana del
jueves 10 de septiembre, quemante por los rayos solares, visitaba la plaza de
mercado de Pitalito, cuando pasadas las once y media corrió la noticia de boca
en boca sobre el asesinato de una periodista ocurrido cerca de allí. Decían que
había sido a la entrada de la Emisora La Preferida. Corrí para el lugar,
encontrando la vía cerrada y atestada de gente. Desde una esquina de la calle
pude ver la hermosa Flor Alba Núñez Vargas, tirada sobre el piso de la entrada
del edificio de la emisora. Un extraño estremecimiento recorrió todo mi cuerpo.
No podía creer que una joven con tanta belleza, profesionalismo, dinamismo y
espíritu emprendedor, hubiera muerto. Pero no cualquier muerte. Vil y
cobardemente asesinada. ¿Qué mente perversa se le ocurrió atentar contra la
vida de esta acuciosa mujer? ¿Fue por iniciativa propia del asesino o recibió
el encargo?
La campaña del
actual alcalde Miguel Antonio Rico, en su propia voz, posteriormente manifestó
no estar involucrada en este terrible hecho. ¿Por qué esta misteriosa
prevención? ¿Quién lanzó acusaciones contra el hoy alcalde de los laboyanos? Curiosa
actitud de un candidato que de inmediato recibió todos los dardos venenosos de
otras campañas para desprestigiarlo. A partir de allí las campañas para la
alcaldía se tornaron turbias y se pasó de los argumentos programáticos a la
cizaña y la calumnia recíproca. Y ni qué decir de los corrillos callejeros. La
gente señalaba, especulaba, calumniaba y desprestigiaba. ¿Fue premeditado su
asesinato en plena campaña electoral o pura coincidencia? Continúa siendo un
misterio todo este drama que conmocionó la región, fue noticia mundial y clavó
una dolorosa puñalada en el núcleo de la familia Núñez Vargas, cuyo tormento
aún no se amortigua.
A un año de su
cruel asesinato, la justicia parece patinar a la hora de descargar su peso, que
al principio fue todo un show. Hoy elevamos al unísono un solo grito: que se
haga justicia y no haya impunidad.
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