Santiago Villarreal Cuéllar
Impecablemente
vestidos con camisetas blancas, elevando globos, los católicos llevando
camándulas, estampas de la Virgen María, medallas de la Milagrosa, agua bendita,
y los protestantes exhibiendo gordas biblias, marcharon cientos de miles de
colombianos rechazando las pecaminosas prácticas homosexuales y lésbicas, pero
ante todo para impedir que en los manuales de convivencia de colegios y
escuelas se introduzca la satánica idea de inspirar respeto y tolerancia hacia
las minorías que desde su niñez, habiendo nacido de parejas heterosexuales,
manifiestan una diabólica e incomprensible preferencia hacia personas del mismo
sexo. Politiqueros de todos los pelambres, menos los de izquierda valga la
aclaración, también marcharon a la vanguardia de los cruzados. En Colombia ser
homofóbico genera réditos electorales y es preciso, así sea pederasta o se le
moje la canoa cuando se emborracha, marchar para fingir ser “duro” y proteger
la niñez del peligro que amenaza los horizontes de la nación: los gay.
La marcha
homofóbica mostró una gran mayoría de colombianos de todas las edades, sexo
(heterosexual), razas, y clase social, pensando igual o peor que en la Edad
Media. Esto se debe en parte a ocho años del gobierno de Uribe, donde los derechos
humanos sufrieron un retroceso, a la
influencia pontifical del Procurador, al crecimiento de las sectas mal llamadas
cristianas, cuya mayoría predica que los homosexuales no conocerán el reino de
los cielos, y una clase política tímida que no asume el rol que corresponde
para hacer respetar los derechos de las minorías. Igualmente la policía,
ejército y quienes imparten justicia, son recelosos a la hora de cumplir la
obligación de defender las minorías gay. Hay que señalar que los azuzadores de
esta cruzada homofóbica, en su mayoría son los mimos que atizan el fuego de la
guerra y están incitando a votar ‘no’ en el plebiscito por la paz.
Ante el peligro que
se cierne sobre los cielos patrios, corresponde a todos quienes defendemos
incondicionalmente los derechos humanos, realizar campañas para promulgar la
tolerancia, la comprensión; sembrar la semilla de la verdadera paz en las
mentes, ante todo de la juventud y hacer un arduo trabajo pedagógico en favor
de los derechos de las personas, pero en especial de las minorías cuyas
preferencias sexuales son diferentes a la mayoría. Ahora, es de obligatoriedad
cumplir, quiéranlo o no, la Sentencia C-478, donde ordena incrustar en los
manuales de convivencia de escuelas y colegios, el respeto por estas minorías.
Finalmente es bueno recalcar que la esencia del verdadero cristianismo está
basada en el respeto por las personas, la tolerancia, la igualdad, y ante todo
el amor hacia nuestro prójimo.
0 comentarios:
Publicar un comentario