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8/19/2016

Tormenta homofóbica


Santiago Villarreal Cuéllar

Impecablemente vestidos con camisetas blancas, elevando globos, los católicos llevando camándulas, estampas de la Virgen María, medallas de la Milagrosa, agua bendita, y los protestantes exhibiendo gordas biblias, marcharon cientos de miles de colombianos rechazando las pecaminosas prácticas homosexuales y lésbicas, pero ante todo para impedir que en los manuales de convivencia de colegios y escuelas se introduzca la satánica idea de inspirar respeto y tolerancia hacia las minorías que desde su niñez, habiendo nacido de parejas heterosexuales, manifiestan una diabólica e incomprensible preferencia hacia personas del mismo sexo. Politiqueros de todos los pelambres, menos los de izquierda valga la aclaración, también marcharon a la vanguardia de los cruzados. En Colombia ser homofóbico genera réditos electorales y es preciso, así sea pederasta o se le moje la canoa cuando se emborracha, marchar para fingir ser “duro” y proteger la niñez del peligro que amenaza los horizontes de la nación: los gay.

La marcha homofóbica mostró una gran mayoría de colombianos de todas las edades, sexo (heterosexual), razas, y clase social, pensando igual o peor que en la Edad Media. Esto se debe en parte a ocho años del gobierno de Uribe, donde los derechos humanos sufrieron un  retroceso, a la influencia pontifical del Procurador, al crecimiento de las sectas mal llamadas cristianas, cuya mayoría predica que los homosexuales no conocerán el reino de los cielos, y una clase política tímida que no asume el rol que corresponde para hacer respetar los derechos de las minorías. Igualmente la policía, ejército y quienes imparten justicia, son recelosos a la hora de cumplir la obligación de defender las minorías gay. Hay que señalar que los azuzadores de esta cruzada homofóbica, en su mayoría son los mimos que atizan el fuego de la guerra y están incitando a votar ‘no’ en el plebiscito por la paz.


Ante el peligro que se cierne sobre los cielos patrios, corresponde a todos quienes defendemos incondicionalmente los derechos humanos, realizar campañas para promulgar la tolerancia, la comprensión; sembrar la semilla de la verdadera paz en las mentes, ante todo de la juventud y hacer un arduo trabajo pedagógico en favor de los derechos de las personas, pero en especial de las minorías cuyas preferencias sexuales son diferentes a la mayoría. Ahora, es de obligatoriedad cumplir, quiéranlo o no, la Sentencia C-478, donde ordena incrustar en los manuales de convivencia de escuelas y colegios, el respeto por estas minorías. Finalmente es bueno recalcar que la esencia del verdadero cristianismo está basada en el respeto por las personas, la tolerancia, la igualdad, y ante todo el amor hacia nuestro prójimo.               

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