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8/06/2016

Subestimando a los locos


Santiago Villarreal Cuéllar

“Jamás será el candidato presidencial de los republicanos, no tiene ninguna posibilidad.” Dijo el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, en entrevista concedida al reconocido periodista y columnista del New Herald, Andrés Oppenheimer, el 19 de agosto de 2015, refiriéndose al recién nominado candidato republicano de los Estados Unidos, Donald Trump. Además, en medio de risas el novelista agregó: “es divertido, es pintoresco, las payasadas, las idioteces, toda esa demagogia barata, las estupideces que dice el señor Trump. Es un fenómeno totalmente pasajero, lastimoso y que no dejará mayor huella en estas elecciones en Estados Unidos.” En esa fecha comenzaban las campañas electorales primarias para nominar candidatos de los partidos tradicionales en ese país con miras a las elecciones presidenciales de noviembre de 2016. Qué lejos de la realidad estaba el brillante escritor peruano sobre el pensamiento y la decisión del pueblo norteamericano, en una coyuntura histórica donde se ha perdido la confianza en sus políticos tradicionales, defensores acérrimos del establecimiento, del capital como motor de esa sociedad y apegados en la defensa del llamado Nuevo Orden Mundial, que no es otra cosa que la globalización. Los dos partidos, republicanos y demócratas, tuvieron una prueba de la polarización de la opinión. En las toldas demócratas el precandidato Bernie Sanders, ocupó el segundo lugar después de su contrincante y candidata oficial Hillary Clinton. Este representaba un ala izquierdista dentro del partido, cuyo programa estaba basado en una clara oposición a las políticas defensoras a ultranza del capital salvaje y del modelo económico neo-liberal. Donald Trump, representa una derecha extrema, demagógica, contraria a los tratados del libre comercio, y opuesta al mismo modelo económico mencionado. Algo novedoso para el pueblo estadounidense, pero muy de moda en Europa donde esta derecha está creciendo ante la amenaza terrorista adjudicada a sectores extremistas religiosos.

Subestimar a los locos en política ha sido uno de los más caros errores de la historia. Los políticos tradicionales alemanes se burlaban de Hitler en la década de los años veinte del siglo pasado, y nunca creyeron que llegaría al poder. El mismo presidente de la Alemania de esa época Paul Von Hindenbug, manifestó burlón en 1929: “jamás entregaré el poder a ese cabo segundo de Austria.” La arrolladora mayoría electoral obligó al viejo jefe de estado a tragarse sus palabras en 1933. El resto de la historia es suficientemente conocida. En 1996, los políticos ecuatorianos subestimaron al loco Abdalá Bucarán, pero el pueblo lo eligió presidente. No tiene nada de raro que el pueblo norteamericano opte en noviembre por elegir a Donald Trump. Tiene muchas posibilidades.        


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