Santiago Villarreal Cuéllar
“Jamás será el candidato
presidencial de los republicanos, no tiene ninguna posibilidad.” Dijo el Premio
Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, en entrevista concedida al reconocido
periodista y columnista del New Herald, Andrés Oppenheimer, el 19 de agosto de
2015, refiriéndose al recién nominado candidato republicano de los Estados
Unidos, Donald Trump. Además, en medio de risas el novelista agregó: “es
divertido, es pintoresco, las payasadas, las idioteces, toda esa demagogia
barata, las estupideces que dice el señor Trump. Es un fenómeno totalmente
pasajero, lastimoso y que no dejará mayor huella en estas elecciones en Estados
Unidos.” En esa fecha comenzaban las campañas electorales primarias para
nominar candidatos de los partidos tradicionales en ese país con miras a las
elecciones presidenciales de noviembre de 2016. Qué lejos de la realidad estaba
el brillante escritor peruano sobre el pensamiento y la decisión del pueblo
norteamericano, en una coyuntura histórica donde se ha perdido la confianza en
sus políticos tradicionales, defensores acérrimos del establecimiento, del
capital como motor de esa sociedad y apegados en la defensa del llamado Nuevo
Orden Mundial, que no es otra cosa que la globalización. Los dos partidos,
republicanos y demócratas, tuvieron una prueba de la polarización de la
opinión. En las toldas demócratas el precandidato Bernie Sanders, ocupó el
segundo lugar después de su contrincante y candidata oficial Hillary Clinton.
Este representaba un ala izquierdista dentro del partido, cuyo programa estaba
basado en una clara oposición a las políticas defensoras a ultranza del capital
salvaje y del modelo económico neo-liberal. Donald Trump, representa una
derecha extrema, demagógica, contraria a los tratados del libre comercio, y
opuesta al mismo modelo económico mencionado. Algo novedoso para el pueblo
estadounidense, pero muy de moda en Europa donde esta derecha está creciendo
ante la amenaza terrorista adjudicada a sectores extremistas religiosos.
Subestimar a los locos en
política ha sido uno de los más caros errores de la historia. Los políticos
tradicionales alemanes se burlaban de Hitler en la década de los años veinte
del siglo pasado, y nunca creyeron que llegaría al poder. El mismo presidente de
la Alemania de esa época Paul Von Hindenbug, manifestó burlón en 1929: “jamás
entregaré el poder a ese cabo segundo de Austria.” La arrolladora mayoría
electoral obligó al viejo jefe de estado a tragarse sus palabras en 1933. El
resto de la historia es suficientemente conocida. En 1996, los políticos
ecuatorianos subestimaron al loco Abdalá Bucarán, pero el pueblo lo eligió
presidente. No tiene nada de raro que el pueblo norteamericano opte en
noviembre por elegir a Donald Trump. Tiene muchas posibilidades.
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