Santiago Villarreal Cuéllar
Cuando hablamos de
drogadicción partimos del referente que el alcohol, tabaco, marihuana, bazuco, cocaína,
morfina, heroína, yagé, medicamentos consumidos para tratar patologías crónicas
y otras drogas “duras,” usadas para mitigar ansiedades, son catalogadas como
farmacodependientes. Es decir, que el individuo que utiliza regularmente
cualquiera de estas substancias se convierte en adicto.
Observamos cómo las
autoridades de salud, la policía y otros grupos con buenas intenciones, realizan
campañas preventivas (algunas represivas) con el ánimo de disuadir a los niños,
púberes, adolescentes y adultos para que no consuman estos elementos. Sin
embargo, su objetivo se centra en aquellos fármacos ilegales, dejando de lado
las amparadas por la legislación, cuyos impuestos (vaya paradoja) financian la
salud de nuestro país. Pero tan peligrosa es la marihuana como el alcohol. Este
último, según la Organización Mundial de la Salud, causa el mayor número de
mortalidad en el mundo y se encuentra en primer lugar de peligrosidad. En el
segundo puesto está el tabaco y el tercero lo ocupan los fármacos consumidos
por prescripción médica. En conclusión: las demás substancias se encuentran en
los últimos lugares de peligrosidad. Naturalmente no estamos afirmando que debe
bajarse la guardia sobre la prevención, o que estas son mejores que las
primeras. Todas son dañinas para la mente y cuerpo humano.
Pero para prevenir
el consumo de fármacos que causan adicción, debemos remitirnos primero al lugar
donde se originan todas las patologías sicosomáticas, compulsivas y de
ansiedad: el hogar. Es en el núcleo familiar donde debe hacerse una profunda
revisión de los valores éticos y de comportamiento para prevenir que nuestros
hijos se conviertan en farmacodependientes. Y la mejor, más antigua y efectiva
forma de educar los niños es mediante el ejemplo de sus progenitores o
criadores. Si el niño observa a sus padres consumiendo alcohol, lo más posible
es que se convierta en un adicto a esta substancia. Si los niños se forman en
un hogar donde predomina la violencia entre padres (agresiones verbales y
físicas) será un adolescente con síntomas de agresividad, temeroso, ansioso y
desconfiado de sus padres. Estos jóvenes estarán más expuestos a ser futuros
clientes de substancias malignas como una manera de salir de ese estado de
ansiedad. Si en el hogar no se prodiga amor, confianza, afecto y cariño a los
niños, estos serán inseguros de sí mismos y buscarán fármacos que suplan esa
necesidad emocional. Prodiguemos buenas costumbres a nuestros niños.
Adenda.
Profundamente conmovido por el fallecimiento del canta-autor y arreglista más
grande de los últimos años, Juan Gabriel de México. Igual que otros artistas
desaparecidos, su legado perdurará en el tiempo.
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