Santiago Villarreal Cuéllar
Herman Marssal fue un
aventurero alemán que llegó a territorio estadounidense durante la fiebre del
oro en la costa oeste de esa nación. Estos sucesos ocurrieron durante la
segunda mitad del siglo XVX. En aquellas épocas muchos hombres migraron de
Europa a norteamericana buscando el tesoro de sus sueños, donde se formó un
territorio de violencia. Solo los más fuertes, es decir los más violentos,
sobrevivieron para contar sus historias y disfrutar de las riquezas adquiridas a
sangre y fuego.
Desde épocas ancestrales,
los apaches y piel-rojas utilizaron la serpiente cascabel para rituales
animistas. En las regiones de Norte América existe una rica variedad de
especies de este reptil, cuya picadura puede causar la muerte en pocas horas
sino se acude a un centro médico. Uno de los ritos consistía en cortar el
cascabel a la serpiente y cargarlo como talismán. Con los siglos la leyenda se
difundió, transformándose como sucede con muchas costumbres. Muchos europeos
modificaron las bondades del cascabel, afirmando que quien poseyera esta parte
del reptil, sería muy afortunado en sus negocios y no faltaría dinero en sus
bolsillos. Era preciso cortar el cascabel con un cuchillo de hoja de acero
nuevo, abandonando inmediatamente la región pues la serpiente debía permanecer
viva, y esta perseguiría al ladrón de esa parte de su cuerpo, no solo para
recuperarla, sino para morder al individuo y matarlo.
Marssal cortó un cascabel y
huyó de inmediato atravesando la extensa geografía americana de oeste a este,
llegando hasta Nueva Orleans, y allí se embarcó a su natal Hamburgo. Al llegar
a su tierra, no solo traía gran cantidad de oro que cambió su vida
radicalmente, sino que toda empresa que iniciaba subía como espuma. Llevaba
seis años disfrutando las mieles de su secreto, cuando un día de verano salió
al muelle para divisar los barcos. De uno de ellos saltó una serpiente cascabel
con su cola mocha, mordiendo al alemán en su cuello y matándolo al instante.
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