Santiago Villarreal Cuéllar
Dicen los más cercanos colaboradores de la
casa de Nariño que el presidente Juan Manuel Santos es dado al chisme. Quizá esa
patología sea la causa de tantas incoherencias que el primer mandatario ha
dicho durante sus seis años de mandato. La última fue en Medellín, ante la
presencia de delegados internacionales, cuando afirmó que si los colombianos no
votamos el sí al plebiscito por la paz, nos veremos avocados a más guerra y terror,
esta vez en zonas urbanas pues según él, las farc están listas para actuar.
¡Que desfachatez! Como si los colombianos cuarentones no supiéramos que esta
guerra bárbara entre guerrillas y estado no fuera horrorosa. Pero lo más
temeroso de su frase es querer imponer bajo el chantaje la aprobación de un
proceso que de por sí no necesita ser consultado a los colombianos porque si la
mayoría votó por él en el año 2014, fue precisamente porque aprobaba su
propuesta de paz. Ahora, si la Corte Constitucional aprueba la convocatoria a
ese plebiscito, los colombianos que desde el inicio de los diálogos de paz
hemos apoyado ese proceso, votaremos por el sí, sin necesidad de amenazas; y
creo que millones de colombianos también lo harán positivamente.
Esas salidas en falso del jefe de estado lo
único que hace es dar razón a quienes abanderan la oposición al proceso de paz,
que no son pocos, y que de seguir con su campaña de desprestigio al proceso, el
sí puede ser derrotado en las urnas. A veces creo que el primer mandatario,
defensor de la rancia oligarquía bogotana y de los 2.681 dueños que poseen los
mayores depósitos bancarios (capitalistas) no es sincero con el proceso de paz.
Pienso en los más de treinta años que los anteriores presidentes nos han
engañado, unos jugando a construir la paz mediante el dialogo, y otros a
derrotar los alzados en armas utilizando la guerra. Tengo el temor y sospecha que
estas negociaciones que hemos apoyado sin vacilación ni condiciones, pueden echarse
por la borda con el plebiscito. Y lo digo por la impopularidad del presidente
Santos en todo el país. Millones de colombianos pueden estar votando en contra
de la paz, no porque no la quieran, sino porque es una forma de protestar
contra el jefe de estado. Esto sería desastroso, porque Santos como Pilatos se
lavaría las manos diciendo: fue el pueblo, yo no fui. Por otro lado me
pregunto: ¿Qué harán los jefes del centro democrático con las firmas que están
recolectando? Otro embuste al pueblo martirizado por la guerra y engañado por
sus líderes.
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