Santiago Villarreal Cuéllar
Un sol manchado de sangre, cuyos rayos
luminosos opacados por crímenes, secuestros, extorsiones, desapariciones
forzadas y masacres perpetradas por distintos grupos armados antagónicos,
llegará a su ocaso; aparecerá otro sol cuyos rayos de esperanza esparcirán el fuego
y el calor de la paz, de nuevos horizontes positivos que se ciernen bajos los
claros cielos de nuestra martirizada Colombia.
El jueves 23de junio de 2016, constituye un
día histórico para los colombianos. Se firma el acuerdo del cese bilateral al
fuego entre la guerrilla de las farc y el gobierno. Comenzará la nueva etapa de
pos-conflicto donde todos los colombianos amantes de la paz negociada estaremos
prestos a continuar apoyando sin vacilaciones. Porque queremos una Colombia sin
grupos armados, sin esa violencia absurda en la que nacimos, nos criamos y
crecimos; esa maldita violencia que nos arrebató familiares, que sin compasión
golpeó a muchos de nuestros amigos; la misma que ha dejado sin bienes
materiales a millones de colombianos que fueron obligados a dejar su terruño,
sus sueños y quimeras que por muchos años forjaron con el sudor del trabajo
honrado, y se vieron obligados a desplazarse a otras zonas desconocidas para
ellos, o a marcharse del país para comenzar una nueva vida, dura y fatigada.
Nuestro apoyo incondicional a este primer
paso que constituirá escalar el primer peldaño de esa larga escalera que será
la era del pos-conflicto, que esperamos sea llena de reformas estructurales por
parte del estado para que la gran mayoría de los colombianos seamos
beneficiados con una buena calidad de servicios de salud; una educación que
garantice su acceso a todos los sectores menos favorecidos de forma gratuita y
de calidad; una justicia que sea verdaderamente imparcial, sin los vicios y la
corrupción en la que está sumida hoy; una reforma agraria que dé acceso a la
tierra, a esos suelos ociosos que cientos de miles de colombianos no tienen hoy
el derecho a labrar, y donde el agro constituya el pilar fundamental de la
seguridad alimentaria de nuestro país; una seguridad social que permita la
universalidad de una pensión justa y digna para todos los colombianos que lleguen
a una edad en la que puedan gozar de la misma, y no morirse en las calles
recogiendo cartón, pidiendo limosna y despreciados por una sociedad cruel,
insolidaria e individualista.
Cuando estos derechos sobre lo fundamental se
logren hacer realidad en nuestro país, estaremos viviendo la verdadera paz que
anhelamos todos los compatriotas. Por ahora, estamos empezando a escalar la
dura escalera de la reconciliación.
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