Su primera novela, Los Bienaventurados la publicó en 1960 en España.
"Cuando la escribí busqué por todas partes quien me la publicara: el Ministerio de Cultura, cualquier universidad, alguna editorial. Nada. Me di cuenta de que estaban haciendo un concurso de novela en España y mandé el manuscrito. Como en esa época era con papel de carbón —una cosa horrible— sólo había hecho una, no tenía copia. Pasaron dos meses y pensé que se había perdido, hasta que me llamaron del correo: tenían una caja para mí. Recuerdo que me entregaron un paquete café, lo abrí y había cuatro ejemplares de la novela. Los olí, los detallé. Había, también, un cheque. Me senté a llorar en el andén; en esas pasó una señora y me dio un dulce. Me lo comí entre sollozos. Fue el mejor dulce que me comí en toda mi vida."
Le dijo Fernando Soto Aparicio a El Espectador a mediados de enero de este año. Llegó a escribir un libro por año durante la década del setenta y ochenta, convirtiéndose en uno de los escritores más prolífico de Colombia.
Nacido en Socha Boyacá, Soto Aparicio solo estudió hasta cuarto de primaria, pero recibió siete doctorados honoris causa y fue premiado en varias oportunidades gracias a sus obras literarias, entre ellas Casa de las Américas.
Su obra más conocida es La Rebelión de las Ratas, donde narra la difícil situación que viven los mineros del país. Esta novela constituye una protesta al abandono estatal a las personas dedicadas a esta penosa labor, mal pagada y cuyos propietarios se enriquecen a costa del sudor de sus peones.
Pero la obra de Fernando Soto Aparicio no se limitó a la escritura de novelas; también escribió poesía, y varios guiones para televisión y fue catedrático universitario.
El hombre que aceptó con serenidad el dictamen médico que le diagnosticó cáncer gástrico en el año 2015, llegó a tomarse más de 20 tabletas diarias. Sin embargo, la muerte le arrebató los ímpetus de vivir, algo que él amaba muchísimo como lo reveló en la misma entrevista de enero de 2015: "La vida es tan sumamente bella que aun doliéndole todo lo que le duele a uno con este mal, uno la bendice y la quiere cada vez más. Siempre se encuentra un nuevo sentido."
Pero la obra de Fernando Soto Aparicio no se limitó a la escritura de novelas; también escribió poesía, y varios guiones para televisión y fue catedrático universitario.
El hombre que aceptó con serenidad el dictamen médico que le diagnosticó cáncer gástrico en el año 2015, llegó a tomarse más de 20 tabletas diarias. Sin embargo, la muerte le arrebató los ímpetus de vivir, algo que él amaba muchísimo como lo reveló en la misma entrevista de enero de 2015: "La vida es tan sumamente bella que aun doliéndole todo lo que le duele a uno con este mal, uno la bendice y la quiere cada vez más. Siempre se encuentra un nuevo sentido."
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