Santiago Villarreal Cuéllar
Avanza el proceso de paz con las farc,
augurando un final feliz que traerá tranquilidad a los colombianos. De hecho
desde el cese de fuego unilateral decretado por la guerrilla, nuestro país vive
días y noches armónicas, sin la zozobra
de contemplar la muerte violenta en el recodo del camino. Hemos apoyado con
optimismo este proceso y continuaremos haciéndolo hasta su culminación histórica.
Sin embargo, nos preocupa que a la par de
esta negociación no comience el gobierno y el congreso a tramitar las reformas
estructurales que desde años se han pospuesto por falta de voluntad política; y
porque ese sector privilegiado que devenga el poder desde hace dos siglos, se
niega a reconocer que no habrá paz duradera sino cede en sus ambiciones
mezquinas. El país viene aplazando una reforma estructural al sistema de salud
a sabiendas que es como una olla a presión a punto de estallar. La salud no debe
seguir manejada con criterio mercantilista donde el intermediario se queda con los
recursos mientras el usuario recibe una pésima prestación del servicio. Otra
reforma que se aplaza y está a punto de colapsar es la judicial. Nadie cree en
nuestro paquidérmica justicia, burocratizada, amañada e implacable solo con los
pendejos. Un país sin un sistema judicial confiable es como un barco timoneado
por un capitán borracho. La otra gran reforma, hoy casi olvidada y aplazada por
décadas es la reforma agraria. Miles de hectáreas de tierras fértiles continúan
en diferentes regiones del país en manos de terratenientes, sin dales el uso
correspondiente; mientras cientos de miles de familias con clara vocación
agrícola poseen minifundios de menos de una hectárea y en la mayoría de los
casos son simples peones de los primeros. Esta reforma debe ser integral, no
solo otorgando tierras, sino capital semilla, insumos y sistemas de riego que
permitan devolver a Colombia esa despensa alimentaria de hace tres décadas. La
reforma a la educación cada día se hace más indispensable. El sistema educativo
de nuestro país es de los más atrasados del hemisferio, no obstante inyectarle
gran parte del presupuesto nacional. También la educación la mercantilizaron y
la pública es de pésima calidad; no por culpa del cuerpo docente cuya mayoría
está muy bien capacitado, sino por el modelo educativo que no permite enseñar
materias que preparen realmente al alumno para desafiar los inmensos retos del
futuro.
La culminación de los diálogos y la
desmovilización de la guerrilla la celebramos con júbilo, pero la paz no será
duradera sino se hacen reformas que acaben la desigualdad social, causa de
diferentes formas de violencia.
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