Santiago Villarreal Cuéllar
Si usted fuera propietario de una finca y en
ella existiera una fuente de agua. ¿Vendería la fuente para después comprar el
agua al nuevo dueño? Ni que estuviera loco, sería su respuesta. Pues bien, la
venta de Isagén, la principal hidroeléctrica cuyo principal accionista es el
estado colombiano, es decir, todos nosotros, será subastada y seguiremos
comprando la energía eléctrica, pero al precio que dictaminen los nuevos
propietarios. ¿Parece locura verdad? Pero no, ni el presidente Santos, ni su
flamante ministro de hacienda Mauricio Cárdenas están locos; son tan cuerdos
que esgrimen toda clase de argumentos para convencernos de las virtudes de enajenar
la empresa de todos los colombianos.
Nuestro hermoso país, generoso en recursos
naturales, productor de alimentos, con nuestra industria golpeada por una apertura
económica sin planeación, con un recurso humano invaluable, creativo, echado
para adelante, emprendedor y por desgracia conformista, ha sido manejado a lo
largo de nuestra historia como si se tratara de una finca. En los últimos 25 años,
cada gobierno de turno vendió una empresa estatal y los recursos nunca se vieron
en qué fueron invertidos. Hace 20 años subastaron la hidroeléctrica de Betania,
en el Huila. Salvo unas migajas que fueron invertidas por el gobernador de
turno en parques recreacionales en la mayoría de municipios, nada se volvió a
saber de los jugosos dividendos resultantes de esa subasta. El municipio de
Pitalito fue el gran damnificado con los recursos destinados para su parque
recreacional, porque los alcaldes de turno compraron una finca (Marengo) que
finalmente fue entregada a, la Cam para que esta a la vez la arrendara a los
amigotes de sus directores para sembrar lulo y criar ganado. Otra importante
suma de esos recursos fueron arrojados al río Guarapas, en la construcción de
la llamada aula ambiental, que de lo último no tiene nada.
El gobierno dice que con los recursos
provenientes de Isagén hará maravillas; nos dice que es para construir las vías
de cuarta generación; que otra porción será invertida en bonos para que los
bancos extranjeros nos presten más plata; que otra parte será puesta a interés
para generar más rentabilidad que lo recibido por la empresa en la actualidad,
y bla, bla, bla. Lo cierto es que este gobierno está obstinado en subastar la
empresa pública más rentable del país. Igual que muchos colombianos que han
levantado su voz para rechazar esta venta, a mí también me parece inconveniente
enajenar otra de las pocas empresas estatales que aún quedan en manos de los
colombianos. Nada justifica vender la fuente para seguir comprando el agua.
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