Santiago Villarreal Cuéllar
Transitando por calles de ciudades, pueblos y
zonas rurales, se percibe el particular olor al humo de marihuana; aprendí a
distinguirlo en la década del setenta en el Barrio Las Cruces de Bogotá;
confieso con vergüenza que nunca la he probado. Con el transcurso de los años
se hizo común en ciudades y campos. A las puertas de su legalización se fuma
con más confianza; claro, ayudó bastante la despenalización de la dosis
personal en 1984. Cursa en el congreso de la república un proyecto de ley para
despenalizar esta hierba dizque con fines terapéuticos. No sé cuáles serán las
virtudes medicinales de la planta, como no sea la tradicional mezcla de hojas
secas con alcohol para masajear las extremidades de quienes padecen artritis. Algunas
personas dicen recibir alivio, mientras otras tienen que continuar los
tratamientos prescritos por el médico, que nunca receta marihuana. No existe
hasta la fecha ningún estudio realizado por universidades del mundo entero que
demuestre las propiedades terapéuticas de esta planta. Algunas como las de
Arizona, California en Estados Unidos, Tel Aviv en Israel, y de Berlín
Alemania, realizan investigaciones al respecto, pero aún no hay resultados. Los
ponentes de la ley deben ser claros y decirle a la opinión que la legalización
obedece al alto consumo del alucinógeno; para que los adictos la fumen
públicamente y no escondidos debajo de puentes o lugares insalubres; la ley
debe dejar estipulado el tratamiento médico para los adictos.
Aunque no existen estudios que demuestren los
perjuicios a la salud ocasionados a los consumidores, se puede deducir que la
principal patología es su adicción y eso de por sí ya es un grave problema. Otro
daño físico ocasionado por fumar marihuana es la aparición de edema pulmonar a
largo plazo cuando el adicto no se somete a tratamiento; el mismo ocasionado
por la inhalación de cualquier clase de humo (cocinar con leña o fumar
cigarrillo); esta patología si no recibe tratamiento y se suspende la causa
puede llegar a ser cancerígena. En algunos pacientes se ha descubierto el
contagio de la infección que origina la tuberculosis pulmonar; se debe al
consumo del alucinógeno en lugares insanos donde la bacteria abunda. Los
adictos se convierten en ansiosos potenciales, patología que los induce a consumir
muchas calorías ocasionando algunos casos de obesidad. También eleva los
niveles de tensión arterial, que con el tiempo puede llegar a ser crónica.
Con todos esos perjuicios, soy partidario de
legalizar su consumo, igual que debe hacerse con la cocaína, morfina y otras
substancias alcaloides. De esa forma será más fácil combatir su adicción.
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