Santiago Villarreal Cuéllar
Colombia es el único país del mundo donde, ha
falta de legisladores responsables, cuya mayoría están permeados por la
corrupción, que se hacen elegir, no para velar ni trabajar por los grandes
temas de la nación, sino para ver cómo pueden hacer parte de jugosos contratos
y llenar sus faltriqueras; otros se hicieron elegir para oponerse neciamente a
temas fundamentales como poner fin a un conflicto interno por la vía civilizada
del dialogo y la negociación. Cuando un pueblo elige esta clase de
irresponsables para que lo represente, corresponde a otros órganos crear
mecanismos que permitan la buena marcha del estado.
A falta de una
legislación que resolviera la situación jurídica de si las parejas del mismo
sexo (homosexuales y lesbianas), pudieran adoptar niños, la Corte
Constitucional sentenció que estas parejas sí pueden recibir en adopción a
los infantes. No me adentraré sobre los
detalles jurídicos que motivaron a los magistrados para fallar de esta manera.
Analizaré el alcance sociológico, psicológico e histórico de esta decisión. Diversos
pensadores, padres y madres de familia, teólogos, sectarios, y fundamentalistas,
son de opinión contraria a este fallo. Argumentan sobre los peligros para la
crianza, salud mental y futuro comportamiento de niñas y niños adoptados por
esta clase de personas. No faltan quienes aseguran que los infantes adoptarán
el mismo rol de sus padres. ¿Qué tan peligroso resulta para la sociedad el
hecho que muchos niños puedan ser formados por parejas gay? Ninguno. Sí, no
existe ningún estudio psicológico, psiquiátrico, antropológico o sociológico,
que demuestre que las personas formadas en hogares conformados por estas
parejas hayan adquirido algún comportamiento extraño, o asuman el rol de sus
padres adoptivos. Se conocen muchísimas niñas y niños, hijos de padres
homosexuales y madres lesbianas, que fueron criados por parejas del mismo sexo,
que no adoptaron este comportamiento. En cambio, todos los homosexuales y
lesbianas son hijos de parejas heterosexuales. ¿Qué ironía verdad? Entonces, no
tengamos miedo por esta determinación de la Corte. ¡Bienvenida la adopción gay!
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