Santiago Villarreal Cuéllar
Hago el quite a una señora que pasa por la
calle sin mirar al frente porque su rostro está fijo en su teléfono móvil;
escribe y lee mensajes; veo policías atareados con el mismo aparato escribiendo
y leyendo las respuestas; en las oficinas gubernamentales los funcionarios
están ocupados con sus dedos pinchando la pantalla del móvil; tenemos que
esperar que lean el mensaje recibido, y en muchas ocasiones que escriban la
respuesta; hoy es raro encontrar alguien que no esté ocupado con ese aparato
escribiendo y leyendo. Personalmente no me ofende esta noble práctica de la
gente y por el contrario, me parece maravilloso ver cómo se han convertido en
potenciales lectores y escritores.
Soy un lector infatigable; desde niño aprendí
a leer antes que a escribir; comencé leyendo historietas que me divertían
muchísimo; después pasé a los periódicos y posteriormente, hacia los doce años
comencé a leer libros; ha sido mi mayor entretención y nunca me acuesto a dormir
antes de leer algún libro, revista o periódico. A los veinte años comencé a
escribir y publicar en revistas, y posteriormente en periódicos; lo hago porque
me gusta, me fascina; es como una compulsión a leer y escribir. Por esa misma
razón hace varios años sentía mucha tristeza ver la gente ante todo la
juventud, que no leían, y mucho menos escribían. Pensé que sería una generación
ingenua, sin capacidad de análisis, incapaces de pensar por sí mismos y mucho
menos de enseñar a los demás. Porque no basta los conocimientos académicos
adquiridos en colegios y universidades; la lectura constituye un importante
complemento y enriquecimiento de nuestra vida; nos capacita para pensar,
filosofar, criticar, debatir y enseñar.
Pero en los últimos dos años me siento
muy feliz porque las nuevas generaciones serán como ahora; lectores y
escritores…. al menos del móvil. No importa que escriban vaca con B, o carro
con K, ni que omitan la tilde para acentuar una palabra; lo importante es que son
lectores y escritores.
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