Santiago Villarreal Cuéllar
Cuando nos enamoramos por primera vez de una
persona en nuestra vida, llegamos a creer que este es el verdadero amor; quizá
un porcentaje de gente logre ese objetivo, pero la mayoría encontrará
frustración; de allí nace la desconfianza hacia los demás; las mujeres llegan a
creer que todos los hombres son infieles, y son lo mismo, y muchos hombres
piensan algo similar. El desconocimiento del amor ocasiona cientos de suicidios
en el mundo; esa misma ignorancia ha conformado parejas que nunca llegan a
armonizar, y terminan divorciadas. Ser ingenuo en relación con el amor
esclaviza a cientos de personas en todas partes; existe confusión entre amar y
ser compulsivo a depender de una persona o una relación amorosa. Aunque parezca
cruel y pesimista, no existe una autentica definición de cuál es el verdadero
amor; no hay parámetros establecidos; no existe fórmula única; no hay un
prototipo del amor; no se repite el amor de una pareja en otra; cada ser humano
tiene una definición diferente del verdadero amor. Sin embargo, todos los días
cientos de miles de personas en el mundo se enamoran, se aman, se unen para
convivir, para procrear y para amargarse la vida.
Como no existe el verdadero amor para regalar
o vender la fórmula, comencemos diciendo que el primer paso de un ser humano
para conocer el amor, es amarse a sí mismo. Cuando uno se ama así mismo, ama su
cuerpo, ama su profesión, ama su vida, eleva su autoestima. Un ser autónomo es
aquel que se ama a sí mismo. El amor propio hace al ser humano una persona
perceptiva, sagaz, capaz de comprender a los demás, y esa percepción permite
que sea receptivo a las emisiones de amor de otras personas. Pero lo más
importante: cuando existe amor propio, la traición de esa otra persona que juró
amarnos y no cumplió, no hiere nuestra autoestima; no lastima nuestros
sentimientos porque primero nos amamos a nosotros mismos y estamos prevenidos.
Amate a sí mismo.
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