Con bombos y platillos se promueve por diferentes ciudades el vídeo del señor Kenji Yokoi, relacionado sobre las posibles causas de porqué los colombianos somos pobres y otros países como Japón y Alemania son ricos.
No se puede desconocer que el señor Yokoi es un motivador profesional, de esos que abundan en estas épocas influidas por la doctrina económica neo-liberal, para influir sobre las personas menos educadas, que desconocen las leyes de la economía mundial y creen que las cosas materiales llegan solo por trabajar más duro, o ser demasiado optimistas.
Para aclarar mejor esas teorías, me permito transcribir un artículo publicado en 2013 por el escritor Oscar Mauricio Corso, donde analiza el contenido del sonado vídeo.
¿Porqué los colombianos somos pobres?
Por:
Oscar M. Corzo
Schopenhauer,
filósofo alemán y acérrimo sacerdote de la voluntad, solía responder que la
mayor característica en común de todos los pueblos sobre la tierra era la
inclinación a la pereza. Nietzsche mencionando el hecho concluía que había algo
que su maestro pasaba por alto, y era la cobardía. Menciono esto para dejar
claro que no somos poseedores de defectos universales, ni que podemos ser tan
acomplejados para pensar que en toda la humanidad somos los únicos o los más
perezosos. Frente a esa pregunta ¿Por
qué somos pobres, si estamos rodeados de recursos? Quiero mencionar que en
aquel célebre video el desdén por el contexto me resultó en un principio
desconcertante y a la final sólo termino ofendiéndome. Y aunque entiendo bien
que sólo es un artilugio que pretende estimular la obediencia y servilismo de
los asalariados en las empresas, pienso, ¿tienen derecho a negar el
desplazamiento forzado? ¿Tienen derecho a comparaciones ridículas y
desencajadas? De mala gana llevo meses
pensando una respuesta. ¿Puede la pereza justificar nuestra condición social?
Un fragmento privilegiado de nuestra sociedad aplaude y afirma que sí, pero
ellos adoran el privilegio moral. Adoran ese derecho mal habido de observar al
resto de la sociedad por encima del hombro, creyéndose dueños de una
superioridad ridícula, pero ignoran que aquí incluso nacer y tener comida para
desarrollarte es un privilegio. Erich Fromm criticaba así el espíritu sartriano
de la libertad absoluta, acusándolo de burgués, pues en la sociedad occidental sólo
quien todo lo tiene es verdaderamente libre. Tus posibilidades se abren en gran
medida a partir del estrato al que perteneces, o a la suerte que tuviste, o
incluso a lo bien alimentado que creciste, así que ¿son libres la mayoría de
nuestros futuros ciudadanos? ¿Existe
libertad de acción en la pobreza? Por ejemplo; sabemos que si un niño no recibe
una alimentación ideal antes de los cinco años su cerebro no se desarrollará
completamente, así que los niños desnutridos de hoy serán los hombres no
eficientes para el sistema mañana. Una sociedad que se considere exitosa,
capitalista o no, debe garantizar el flujo humano entre las capas sociales.
Para eso requiere de una industria desarrollada que fortalezca la importancia
del trabajo técnico, y posibilite una tradición en la investigación que haga
florecer el trabajo académico. El flujo humano, guiado por el trabajo, es lo
que hace posible que quien hoy trabaja como técnico mañana pueda ser un
profesional a gusto con sus necesidades intelectuales, y así vaya avanzando, si
lo desea, en cada uno de los escalones de la capacitación universitaria. El
flujo de la mano de obra en Colombia no existe. Como país diseñado desde afuera
para fracasar, desplazamos nuestra mano de obra a la ciudad, en donde la
escases de puestos de trabajo nos transforma en
desempleados desesperados por una oportunidad, al punto que por ella
solemos renunciar a nuestros derechos. Sincerándonos se preguntaría, ¿somos
perezosos? ¿Necesitamos más trabajo? ¿O acaso lo que necesitamos es una correcta
administración de los recursos que poseemos?
La Colombia que conozco dista demasiado de ser perezosa, de ser esa
divertida creatura feliz e irresponsable que pinta el video. Es más,
¿funcionaría la sociedad si en realidad fuésemos así? ¿Somos en realidad unos
privilegiados irresponsables? ¿Tendríamos pan y trasporte en las ciudades?
¿Tendríamos esa añorada seguridad que tanto predica la derecha, o las libertades que se han logrado a través de
luchas sociales? ¿Tendríamos alimentos? ¿Tendríamos campesinos? ¿Tendríamos
tenderos y repartidores, vendedores o zapateros? El video sería cierto si nuestros recursos
naturales estuvieran inmóviles, si nosotros,
llenos de esas supuestas oportunidades de riqueza, estuviésemos dormidos haciendo nada. La realidad nos
enseña, por el contrario, que nuestros recursos están siendo sobreexplotados,
no por nosotros, sino por inversores extranjeros, mientras la gran multitud de colombianos
trabajadores debemos arrinconarnos más y más a sectores de producción improvisados,
dignificados por videos como este, pero la economía improvisada no es el camino
que debemos tomar como país. Que algunos huyamos del hambre vendiendo empanadas
y arepas no significa que nuestra economía pueda soportar un rebusque
colectivo, pero como vemos, el único margen de producción que tenemos es ese.
Cada vez será más difícil vender ropa, vender zapatos, vender manufacturas,
incluso comida. Mientras tanto, nuestras materias primas son regaladas a
cambio de algunos dólares que en vez de engrosar nuestro presupuesto nacional
alimentan las hinchadas billeteras de nuestros políticos.
Nosotros,
en un arranque de falsa fortaleza, dignificamos el rebusque, creyéndolo la
salida obvia a nuestra situación. Esto
es falso. Dado que tenemos recursos, pero no nos son de provecho, dado que
tenemos el potencial, pero lo hemos dedicado al rebusque, dado que algunos de nuestros nacionales mueren de
hambre, el postulado obvio no sería
“necesitamos más trabajo” si no “necesitamos una mejor administración nacional”
“necesitamos una nueva administración, que restablezca las prioridades de
nuestros recursos. No necesitamos trabajar más bajo los mismos principios y
prioridades. Eso sólo alimentaria las desigualdades y perpetuaría nuestra
esclavitud”
Yo,
que vengo de una familia campesina, conozco los rigores del trabajo de la
tierra en este país. A un campesino
colombiano puede tildársele de cualquier cosa, menos de perezoso. Sin embargo,
y según las últimas estadísticas, sólo el 25.7 por ciento de la sociedad colombiana
vive en el campo, ¿y los demás? sobrevivimos aglutinados en las grandes
ciudades, víctimas de la miseria y de las condiciones extremas, víctimas de la
deslegitimización del trabajo, y de nosotros mismos; ahora trabajando salimos a
deber. Todas las luchas sociales que le dieron dignidad a los sindicatos,
derechos a los asalariados, desaparecieron tras una lucha violenta por
arrebatarnos la dignidad. La gran
derrota de los trabajadores en este país está representada en nuestras actuales
leyes laborales. Pero la pregunta sería ¿somos malos trabajadores? En medio de
su pedantería un contratista colombiano dirá que sí, pero me gustaría hacerle
la pregunta no a un colombiano, si no a un español: a un capataz de las obras
civiles, o a los encargados de las productoras textiles en nuevo México o de
Miami. Quien de verdad puede compararnos es aquel que ha trabajado no sólo con
colombianos, si no con trabajadores de varias naciones. Por eso me gustaría
hacerle la pregunta a los empleadores de las ensambladoras electrónicas
alemanas, que tienen individuos de todo el globo; africanos, ecuatorianos,
japoneses, alemanes, ingleses… ellos
tienen una opinión muy diferente de nosotros; y en realidad, para ellos, somos
apetecidos. En promedio, en el país los
colombianos con empleo tienen horarios laborales de diez a doce horas diarias,
muy superiores a los estándares laborales europeos. Los islandeses, que son
verdaderamente un país a imitar, trabajan seis, pero su sueldo mínimo es ocho
veces superior al nuestro. ¿Que motiva a un trabajador, si no es su salario?
¿Qué le ofrece dignidad a quien trabaja, si no es la posibilidad de complacer
sus necesidades o caprichos? Nuestro
salario mínimo es una vergüenza internacional,
y lejos de garantizar poder de compra, apenas y garantiza la
subsistencia. Aquí y en cualquier lugar del mundo un trabajador mal pago es un
trabajador desmotivado.
Pero
el video puso de ejemplo a los japoneses, ¿cuál es su horario laboral? Japón,
que es el paraíso del neoliberalismo, tiene un horario laboral promedio de
quince horas, y no precisamente por
gusto, sino porque sólo así logran tener una vida decente. Los japoneses no son
precisamente una nación feliz, pero tienen una de las inversiones en educación
más altas del mundo, y la mano de obra mejor calificada. En verdad, un país no
se piensa a través de la sobreexplotación de su
ciudadanía, sino a través de la educación. Alemania hoy en día es un
país rico a mi parecer por dos factores; la presencia de una industria fuerte y
la existencia de un estado socialdemócrata que garantiza derechos sociales
gratuitos como la salud y la educación, así como los sueldos más altos de la
unión europea. Una lección básica de economía nos ayudaría a entender que un
país en donde hay sueldos altos e industria fortalece su mercado interno ¿y
nosotros? Dado que no somos un país industrial, y que siendo un país agrario la
mitad de nuestro territorio está invadido por megacultivos y megaproyectos
mineros, dado el hecho de que ni un instante han menguado las expulsiones del
campo y mensualmente llegan doscientas mil migrantes a Bogotá, ¿qué podemos
decir de nuestro mercado interno? No
importa, como diría José Obdulio, si son migrantes o no. No importa si los saca
de sus tierras los paramilitares, la guerrilla o la falta de
oportunidades; no hay que olvidar que
también hay violencia en el hambre, y de esa violencia se alimenta la
desesperación de nuestro sistema económico.
Las
ganancias de la industria alemana se quedan en Alemania, lo que hace a su
economía circular, porque el dinero circula entre los diferentes productores y
consumidores. En Colombia las ganancias de un porcentaje bastante alto de
nuestra industria se van al exterior, lo que nos transforma en una economía
extractiva. Muy pocos de nuestros gordos millonarios vive aquí, y la mayoría
han vendido sus medios de producción a extranjeros. Así que el dinero no
circula, sólo se extrae, a menos que regrese a modo de “inversión” dinero invertido en nuestro país para garantizar
mayores ganancias y por el cual actuamos como si fuésemos perros hambrientos y
nos dieran un hueso.
A
un colombiano le cuesta tres veces más el trasporte nacional que a un alemán.
Tenemos tres millones de desplazados sin capacitación para la ciudad,
arreglándoselas con el rebusque y peleándose por los empleos en la
construcción. Pese a ser productores, tenemos la gasolina más cara del mundo,
lo que incrementa los precios de nuestros alimentos, y día a día nuestra industria nacional va
siendo destruida por nuestra economía extractiva, por nuestro acomplejado
sentido de nación, y por nuestra predilección arancelaria por lo producido en
el exterior.
Equivocadamente
nos hemos adherido a un concepto errado de la libre empresa, que parte de la
falsa premisa de que todos los seres humanos somos emprendedores ¿acaso todos
los seres humanos somos también zapateros, pintores, educadores u obreros?
El emprendimiento y la correcta
administración es un talento, y como tal
muy pocas personas lo poseen, Además ¿Una economía logra estabilidad si cada
una de sus partículas genera un núcleo minúsculo de producción? Pensemos en algo; la dinámica global del
capital lleva a la búsqueda de la producción a bajo costo. Es decir, para maximizar la ganancia, y para que la
producción sea masiva, hay que crecer y abaratar materiales, insumos, mercadeo e
intermediarios. Siempre por unidad será más barato producir un millón de
zapatos que producir diez, y este proceso,
que por un lado garantiza la rentabilidad de la empresa privada, también
termina siendo el mismo que reduce la cantidad de productores a unos pocos,
descomunales y eficientes. En este proceso de centralización del capital tienden a desaparecer
las empresas medianas y pequeñas, aplastadas por los grandes consorcios e
industrias. En esta desaparición no existe ningún sentido de equilibrio, de
tacto, de decencia; casi siempre el más
grande aplasta al pequeño.
Entonces,
si seguimos con el optimismo desbordado, creyendo que podemos participar de
esta dinámica de carroñería ¿podemos
seguir pensando nuestra economía a partir de pequeñas empresas? No todas son
exitosas. En ellas, para desarrollarlas,
sólo nos quedan los márgenes que han dejado los gigantes. Empanadas,
arepas, tamales; no podríamos sostener una economía con una producción tan
reducida, tan minusválida. El SENA,
videos como este, el estado, e
incluso videos como este, siguen
promoviendo un modelo no sostenible
mientras vamos nadando en un flotador hacia una enorme cascada ¿que nos sucede? ¿Podemos seguir
engañándonos?
Pero
volviendo a lo perezosos que somos como trabajadores; hace unos dos años tuvimos una crisis luego
de la disminución del monto de las remesas que el 55% de los colombianos que
viven en el exterior envían a sus parientes
dentro del país. La cifra gira alrededor de los 3.3 billones de pesos
por semestre ¿no les parece ridículo que un ingreso como este tenga tanto valor
para nuestra economía?
Precisamente, nuestra producción
nacional es tan precaria que tambalea ante
un gesto tan sutil, así que puede pensarse que parte importante de
nuestro poder adquisitivo depende del dinero que ganan colombianos en mejores condiciones laborales que las
nuestras. La política interior de los
últimos veinte años apuntala más y más a nuestro país de ese tipo de
dependencias, así que en medio de esta globalización hipócrita, y en esta
mentalidad cobarde y avasallada nos hace serviles y eficientes, pero no
soberanos, y por lo tanto no dignos. No es gratuito que a través de mentiras
incentiven nuestra obediencia, pero no nuestra autoridad económica y
territorial; bajo esta economía antinacional es natural que incentiven
trabajadores absorbidos por los esclavizantes privilegios laborales de las
zonas francas, pero estos individuos, como ya aclaré, creyendo que trabajan
para el país, creyendo que hacen algo por sí mismos, solo ahondan nuestra
miseria. Sin saberlo, regalando su trabajo en el robo que vivimos sólo
profundizan nuestra economía genocida del privilegio, pobreza y extracción.
El
simple hecho de que nos creamos los poseedores de defectos universales como la
pereza evidencia nuestra profunda ignorancia provinciana, y nuestro acomplejado
valor colectivo. El hecho de que con esta campaña publicitaria nos pretendan
convertir en borregos laborales no debería avergonzarnos, si no ofendernos.
Respiramos satisfechos frente a las acusaciones ridículas porque nos encanta el
sentimiento de culpa, pero olvidamos que eso atenazada nuestra esclavitud, y
destruye nuestra menospreciado valor como nación.
Piensa
en esto; tres millones de desplazados registrados por acción social sobreviven
solos; familias enteras llegan a Bogotá sin ninguna posibilidad de sobrevivir.
¿Puede el estado vanagloriarse de sostenerlos? Jamás. Dudo mucho que la
economía alemana sobreviviese al desplazamiento de cerca del ocho por ciento de
su población. Además, los trámites para lograr ayudas suelen tardar entre tres
y seis meses. Si fuese verdad que están
tan habidos de ser mantenidos por el gobierno, a los seis meses ya habrían
muerto de hambre. Yo conocí a mujeres que hacían camisas a doscientos pesos la unidad, y así alimentaban
a sus hijos. Venden comida, venden servicios, se regalan como trabajadores,
pero no mueren. Sobreviven. Incluso ser
indigente aquí es un esfuerzo; Insisto en que Colombia no está habitada por
sinvergüenzas, porque aquí los sinvergüenzas no tienen subsidios…Esto no es
Europa. Si algo me enfureció del video
fue ese menosprecio viscoso contra los desplazados, tratándoles de parásitos
del estado, cuando sucede lo contrario, el parasito aquí son los funcionarios
de nuestro gobierno minusválido, que se engordan con el sudor y la sangre de
todos los habitantes del país
Japón
y Alemania tienen algo que nosotros no tenemos; patriotismo verdadero,
soberanía y autodeterminación. Hoy en día la soberanía es un privilegio de los
países ricos. Cuando un país pobre intenta hacerse respetar se le llama
populismo, y es señalado como un defecto.
Japón
y Alemania fueron reconstruidos por los estadounidenses luego de la segunda
guerra mundial. Gran parte de la economía alemana occidental fue subsidiada
hasta la caída del muro de Berlín, como estrategia económica y social para desestabilizar la
Alemania oriental. Una vez caído el
muro, se estableció un gobierno socialdemócrata, con una industria sólida y un
mercado interno fortalecido. ¿Colombia que tiene en su lugar? Sesenta años de
saqueo de tierras, y acumulación desmesurada de riqueza. Sesenta años de
corrupción y de violencia. El simple hecho de que a pesar de todo nuestro país
se mantenga a flote, debería ser para todos, motivo de orgullo.
Como
ya mencioné, la única conclusión a la que llego es que en vez de más trabajo
necesitamos una mejor administración.
Dado el hecho de que es cierto que abundamos en recursos, que por cierto
no están inmóviles, sino que son
sobreexplotados, la respuesta obvia sería que necesitamos manejar mejor lo que
tenemos, no que debamos seguir explotándonos como imbéciles para engordar a
otros.
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