Santiago
Villarreal Cuéllar
Lejos,
muy lejos del túnel se vislumbra una pequeña luz blanca; es la luz de la paz,
lejana, borrosa; un túnel frágil, construido sobre cimientos de promesas,
amenazas, dudas, desconfianza y poca sinceridad. En las últimas semanas varias
cortinas fueron puestas en ese túnel; primero las farc, asesinando torpemente
once militares, colgaron una que hizo tambalear sus muros; ahora, el presidente
Juan Manuel Santos colocó dos cortinas que empañan la débil luz al final del
túnel. En cuatro meses deberán avanzar hasta el final, o las rocas se derrumbarán
tapando la salida; y los miembros de las farc, dijo Santos, deberán pagar
cárcel, o penas “alternativas.” Con esas dos talanqueras, por primera vez veo con
pesimismo la culminación del proceso de negociación con la guerrilla. En
ninguna parte del mundo donde se han llevado con éxito negociaciones de paz,
las partes ponen plazos para negociar. En Irlanda del Norte, el proceso duró
diez años, hasta su culminación exitosa; en Sudáfrica fueron necesarios seis
años para sellar los acuerdos que pusieron fin al oprobioso apartheid. En la
historia de las negociaciones para poner fin a un conflicto en distintas partes
del mundo, los plazos no cuentan. En cuanto a la llamada justicia transicional,
no creo que los miembros de las farc estén interesados en pagar cárcel, o penas
“alternativas.” No tiene lógica, porque para ir a la cárcel no se necesita un
proceso de negociación; basta capitular, dejar las armas y ponerse a
disposición del vencedor.
Amenaza
el presidente que si estos puntos no se negocian, volverá la guerra. ¿Acaso
olvidó que acordaron negociar en medio de la guerra? ¿Y los atentados diarios
de la guerrilla no son una guerra? Guerra que las fuerzas armadas no parecen
contener, ni prevenir. Este gobierno,
igual que los anteriores quieren una paz barata, sin costo; quieren ver una
guerrilla desmovilizada, dejando las armas, y ahora pagando cárcel, olvidando
que el combustible que alimenta los grupos alzados en armas de toda laya, es la
inmensa desigualdad social existente. Pretenden llegar a la paz sin hacer las
reformas estructurales necesarias para mejorar la calidad de vida de la inmensa
mayoría de los colombianos. Se niega esa cúpula gobernante a llevar a cabo una
verdadera reforma agraria, donde el campesino se dignifique y pueda percibir
mejores ingresos; no quieren hacer la necesaria reforma al sistema de salud
para evitar que los dineros se los roben; la educación seguirá siendo la
cenicienta y no harán nada para mejorarla. El presidente Santos en lugar de
aceitar las ruedas del carruaje de la paz, arroja piedras para
descarrilarlo.
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