Santiago
Villarreal Cuéllar
Los seres
humanos somos apegados a la vida; nos resistimos a morir; quizá por esa razón
desde las más primitivas culturas religiosas se crearon los conceptos de alma,
espíritu, cielo, infierno, el más allá; otro mundo paralelo donde el alma o
espíritu continúa una nueva vida, pero sigue, se perpetúa. También las antiguas culturas enterraron sus muertos; el
cuerpo sigue allí, bajo tierra, pero la memoria continúa. La cultura egipcia
fue la civilización que más culto rindió a sus muertos, especialmente a sus
líderes (faraones), para quienes construyeron gigantescas pirámides donde
momificaron sus cuerpos. Pero también encontramos momias en la cultura Inca; y
las tumbas de la civilización Azteca y Maya, guardan la memoria de sus más
importantes jefes. Todas esas tumbas y culto a los muertos indican la
resistencia del ser humano a aceptar la muerte como destino inevitable en este
plano material, donde las leyes de la física y química nos enseñan que todo lo
que nace, muere. Dos cosas son inevitables en nuestro planeta tierra: pagar
impuestos y morir. La ciencia médica hace ingentes esfuerzos para diseñar
tratamientos que permitan cortar las enfermedades, tratarlas y prolongar la
vida. Son raros y pocos los humanos que optan por el suicidio; la mayoría nos
gusta vivir, así sea en condiciones precarias, tanto de salud, como económicas.
La vida es muy linda, afirman muchos; “dicen que el suicidarse es cobardía, por
eso el mundo está lleno de valientes,” decía Vargas Vila.
No obstante
el apego a la vida, existen momentos en que muchos seres humanos desean morir;
como cuando se padece una enfermedad terminal y la ciencia médica no puede
garantizar un tratamiento que genere calidad de vida, y mucho menos curación.
Legislaciones de algunos países crearon leyes que permiten poner fin a la vida
de manera asistida, en casos como los anotados; otras legislaciones, muy pocas
por cierto, aceptan cualquier clase de suicidio. Se llama eutanasia. En
Colombia nunca se ha legislado sobre este importante asunto, seguramente por
aquello de que somos el país más feliz del mundo. Sin embargo, el pasado 20 de
abril de 2015, el ministro de Salud firmó la Resolución 1216 por la cual se
reglamenta la eutanasia asistida en algunos casos, como cuando se padece una
enfermedad terminal. Eso para dar cumplimiento a la Sentencia T-970 de 2014,
por la cual la Corte Constitucional concedió un tiempo prudencial al poder
legislativo para debatir el tema. De inmediato se prendió la polémica, que es
justa y necesaria. Personalmente me parece fabuloso poder decidir poner fin a
nuestra vida cuando se convierta en una
carga.
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