Santiago
Villarreal Cuéllar
Desde
su independencia nuestra bella Colombia cayó en manos de una clase
dirigente con mentalidad mafiosa, para defender sus más preciados
intereses económicos, representados en esa época en grandes
latifundios. Los dos partidos políticos, liberal y conservador,
fundados por terratenientes y prósperos comerciantes, terminaron
defendiendo los mismos intereses, y la historia no ha cambiado hasta
nuestros días. Las guerras libradas en el siglo antepasado y pasado
por estos dos frentes políticos, sirvieron para desplazar y despojar
de sus tierras a humildes y sencillos campesinos, cuyas tierras
pasaron a engrosar los grandes latifundios de los jefes políticos.
Con la decadencia de los dos partidos a mediados y finales de la
década de los ochenta, astutamente crearon otros movimientos con
nombres diferentes, pero con el mismo interés; continuar
usufructuando el poder político para defender sus intereses
económicos y sus fundos. La amenaza de las mafias del narcotráfico
y guerrillas, obligó a esta rancia oligarquía mafiosa, crear grupos
para-militares, no solo para combatir cruelmente a simpatizantes o
servidores de narcotraficantes y guerrilleros, sino para continuar
despojando las tierras que codiciaban para ensanchar sus haciendas.
En
la década del noventa, con la imposición del modelo económico
neo-liberal, esa cultura mafiosa se trasladó a todas las esferas del
poder; desde los más remotos concejos y alcaldías municipales,
pasando por gobernaciones, asambleas, congreso de la república,
contralorías departamentales y general de la nación, juzgados,
fiscalías y altas cortes. Debemos hacer algunas salvedades; todavía
existen jueces probos, fiscales honrados y muchos funcionarios
honorables.
No
es raro entonces que un magistrado de la Corte Constitucional (Jorge
Pretelt), haya sido acusado por abogados y colegas suyos de supuestos
malos manejos en el ejercicio de su alto cargo; y es mucho menos raro
que este señor, a quien solo el Santo Papa falta que pida su
renuncia, se despachara por una emisora radial manifestando su
negativa a renunciar y sindicara a sus colegas, al Fiscal General, y
quien se le vino a la mente de supuestos malos manejos y persecución
en su contra, y su familia. No tiene nada de raro que la fiscalía
desde hace muchos años se ha convertido en una poderosa arma para
perseguir adversarios vinculados a la clase política; y lo mismo han
hecho con la Contraloría General de la Nación, y en otro tanto
convirtieron la Procuraduría General, que durante estos dos periodos
del señor Alejandro Ordoñez se volvió crónico. A las altas
cortes, el concejo nacional de la judicatura y todos los altos entes
estatales de nuestro país, llegó la cultura mafiosa para defender
los intereses solo de aquellos que tienen con qué pagar.
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