Santiago
Villarreal Cuéllar
Revivir
el debate para estudiar la posibilidad de aprobar la pena de muerte
por delitos considerados atroces,
entre
ellos los que atentan contra menores de edad; esta afirmación salió
de labios del general Rodolfo Palomino, comandante general de la
Policía de Colombia, el sábado 14 de febrero de 2015, cuando
capturaron los presuntos asesinos de los 4 niños en el departamento
del Caquetá. No sorprende que un general de la república haga esta
propuesta pues su pensamiento está relacionado con la guerra, la
muerte y las armas. Nos duele profundamente el atroz asesinato,
cobarde, cruel, despiadado contra cuatro criaturas que dormían en su
humilde morada. El clamor nacional es que este horrendo crimen no
quede en la impunidad, como otros similares. En buena hora capturaron
a los presuntos autores materiales. Esperamos eso sí, que en esta
oportunidad estos sean los responsables y no se trate de otro falso
positivo para dar resultados sobre un operativo al cual el presidente
Santos puso un ultimátum. Confiemos en la Policía y la justicia.
Pero
abrir un debate para estudiar la implantación de la pena de muerte
en nuestro país me parece absurdo e innecesario. Entre otras razones
porque no es la primera vez que desafortunadamente asesinan
inmisericordemente a menores de edad. ¿O es que se nos olvidan las
horribles masacres perpetradas por parte de para-militares donde
asesinaron con sevicia menores de edad? ¿No recuerdan acaso cuando
estos parácos jugaban con las cabezas de niños decapitados por
ellos en San Juan de Apartadó Antioquia? ¿O se olvidaron de las
matanzas ocasionadas por las guerrillas donde han perdido la vida
muchos menores? Colombia es un país donde la violencia contra los
menores de edad ha sobrepasado los límites de la crueldad. Este es
un país enfermo mentalmente por la degradación del conflicto, la
intolerancia y falta de respeto hacia los menores. La principal
violencia comienza en su hogar, su familia, donde el mal ejemplo
cunde y sus derechos se violan diariamente.
Como
defensor de los derechos humanos, rechazo terminantemente cualquier
debate a favor de la pena de muerte. El primer derecho fundamental de
cualquier ser humano es la vida, sin la cual todos los demás
derechos no tienen razón de ser. En buena hora el gobierno nacional
y las guerrillas avanzan en un proceso de negociación para terminar
toda esa racha de muertes que ha traído esta violencia. No es esta,
ni lo será nunca, la ocasión para plantear a una sociedad enferma
mentalmente por causa de la violencia, que el estado se convierta en
asesino de sus ciudadanos, por criminales que estos sean.
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