Santiago Villarreal Cuéllar
Hace algún tiempo se discutió en la Habana el
tema del narcotráfico y los cultivos ilícitos entre los delegados del gobierno
y las farc. El presidente Santos manifestó ese día por televisión: “¿se imaginan
ustedes una Colombia sin coca?” Refiriéndose a los acuerdos en los que ese grupo
guerrillero se compromete a ayudar en la erradicación del cultivo prohibido. El
señor presidente no es ningún ingenuo, pero tampoco debe pretender que la mayoría
de los colombianos lo seamos como para creer en una Colombia sin coca. Eso
sería como imaginar nuestro país sin cultivos de café al menos en un siglo. Los
cultivos de coca hacen parte de la cultura ancestral en toda la cordillera de
los Andes, de la cual nuestro país hace parte. Cuando hace más de cuarenta años
esta noble planta fue convertida en un lucrativo negocio debido a la substancia
del clorhidrato de cocaína encontrada en sus hojas, se constituyó en una forma
de vida; es además la única fuente de ingresos rentable en aquellas zonas
marginadas por el estado donde colonos y campesinos se ven obligados a sembrar,
procesar y comercializar el producto ilícito para no dejarse morir de
hambre.
Ahora, si dentro de los acuerdos que se
firmen con las farc, este grupo desea convertirse en el héroe que erradicará
dichos cultivos, no solo me parece utópico sino irresponsable. Podrán erradicar
los cultivos que ellos poseen, cuidan y comercializan, pero jamás lograrán convencer
a cientos de miles de familias que viven y dependen de dichos sembrados. Ello
significaría desatar otra guerra absurda donde perecerán miles de campesinos
pobres y el surgimiento de nuevos y poderosos grupos armados para impedir
tamaña empresa.
Pero la pregunta que formulo y seguramente se
hacen cientos de miles de colombianos es: después del posconflicto, ¿quién
suplantará las farc en las regiones coqueras? ¿Quiénes continuarán
usufructuando este lucrativo negocio? Porque está demostrado hasta la saciedad
que el estado es incapaz de reemplazar las autoridades ilegitimas en esas
apartadas regiones de nuestro país. Y si la fuerza pública llegara a ocupar
parcialmente esos territorios, todo el mundo sabe que sus comandantes son
comprados por las mafias del narcotráfico. Por eso me parece pertinente que a
la par de las negociaciones de la Habana, se empiece a socializar, dentro del
país como en los escenarios internacionales la inmensa necesidad de legalizar
los cultivos de coca, marihuana y amapola. El problema debe tratarse desde la
perspectiva sanitaria como el tabaco, y no continuar una guerra estéril,
poniendo muertos, encarcelando gente, mientras el negocio parece aumentar y los
consumidores se multiplican.
0 comentarios:
Publicar un comentario