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12/02/2014

¿Quién cuidará la coca?


Santiago Villarreal Cuéllar

Hace algún tiempo se discutió en la Habana el tema del narcotráfico y los cultivos ilícitos entre los delegados del gobierno y las farc. El presidente Santos manifestó ese día por televisión: “¿se imaginan ustedes una Colombia sin coca?” Refiriéndose a los acuerdos en los que ese grupo guerrillero se compromete a ayudar en la erradicación del cultivo prohibido. El señor presidente no es ningún ingenuo, pero tampoco debe pretender que la mayoría de los colombianos lo seamos como para creer en una Colombia sin coca. Eso sería como imaginar nuestro país sin cultivos de café al menos en un siglo. Los cultivos de coca hacen parte de la cultura ancestral en toda la cordillera de los Andes, de la cual nuestro país hace parte. Cuando hace más de cuarenta años esta noble planta fue convertida en un lucrativo negocio debido a la substancia del clorhidrato de cocaína encontrada en sus hojas, se constituyó en una forma de vida; es además la única fuente de ingresos rentable en aquellas zonas marginadas por el estado donde colonos y campesinos se ven obligados a sembrar, procesar y comercializar el producto ilícito para no dejarse morir de hambre. 
Ahora, si dentro de los acuerdos que se firmen con las farc, este grupo desea convertirse en el héroe que erradicará dichos cultivos, no solo me parece utópico sino irresponsable. Podrán erradicar los cultivos que ellos poseen, cuidan y comercializan, pero jamás lograrán convencer a cientos de miles de familias que viven y dependen de dichos sembrados. Ello significaría desatar otra guerra absurda donde perecerán miles de campesinos pobres y el surgimiento de nuevos y poderosos grupos armados para impedir tamaña empresa.

Pero la pregunta que formulo y seguramente se hacen cientos de miles de colombianos es: después del posconflicto, ¿quién suplantará las farc en las regiones coqueras? ¿Quiénes continuarán usufructuando este lucrativo negocio? Porque está demostrado hasta la saciedad que el estado es incapaz de reemplazar las autoridades ilegitimas en esas apartadas regiones de nuestro país. Y si la fuerza pública llegara a ocupar parcialmente esos territorios, todo el mundo sabe que sus comandantes son comprados por las mafias del narcotráfico. Por eso me parece pertinente que a la par de las negociaciones de la Habana, se empiece a socializar, dentro del país como en los escenarios internacionales la inmensa necesidad de legalizar los cultivos de coca, marihuana y amapola. El problema debe tratarse desde la perspectiva sanitaria como el tabaco, y no continuar una guerra estéril, poniendo muertos, encarcelando gente, mientras el negocio parece aumentar y los consumidores se multiplican.       

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