Santiago Villarreal Cuéllar
Justicia es un concepto manejado en todas las
épocas por las diferentes civilizaciones
para explicar los marcos jurídicos que rigen una sociedad. Nació de la
necesidad de mantener la armonía de los integrantes. Constituye un conjunto de
reglas que especifican y tipifican aquello que debe ser sujeto de su aplicación.
Quizá el marco jurídico más conocido y sobre el que se han inspirado las demás
civilizaciones occidentales es el derecho romano, pero los conceptos de
justicia han existido en diferentes formas, orales y escritas, desde los
albores de la aparición del hombre.
En todas las repúblicas inspiradas en los
ideales de Montesquieu, “dividid los poderes si queréis que la libertad
subsista,” cuyo legado fue la revolución francesa y norteamericana, se dividió el poder judicial
como una rama independiente de los otros poderes, ejecutivo y legislativo. Sin
embargo, en muchas naciones después de doscientos años, esta separación continúa
siendo teórica, y la justicia se utiliza muchas veces para perseguir
adversarios de distintos ideales, religiosos y políticos. En nombre de la
justicia se han cometido muchos atropellos contra comunidades e individuos,
bien para despojarlos de sus bienes, como para sepultarlos en una cárcel de por
vida. También sorprende ver cómo la justicia es demorada en algunos procesos
que a la luz del derecho parecen claros y probados, mientras que en otras
ocasiones es rápida y eficaz en procedimientos que parecieran turbios, y ajenos
al acerbo probatorio. Muchos colombianos no comprenden porqué un juez de la
república impuso una severa pena de cuatro años a un hombre que manoseó las
nalgas de una mujer, y en cambio otros jueces mediante la llamada justicia
transicional condenaron apenas a ocho años a criminales de grupos
para-militares que cometieron decenas de homicidios, entre ellos algunos tipificados
como delitos de lesa humanidad. Cientos de personas esperan meses y años, se
haga justicia contra concejales, alcaldes, gobernadores, agentes de la policía,
miembros del ejército, parlamentarios y hasta el presidente de la república,
porque instauraron sendas denuncias, debidamente probadas para culparlos de
supuestos delitos de corrupción, mientras el ratero que hurta un celular en la
calle es conducido de inmediato a una cárcel.
Sin embargo así opera la justicia, no solo en
Colombia, sino en todos los países del mundo. La justicia es un ser abstracto, una
entelequia que unas veces es implacable y severa, mientras que otras parece
ciega, muda y sorda ante el clamor de sus súbditos. Quizá el misterio consista
en ser manejada por seres humanos, cuyo cerebro está aún lejos de la
perfección; quizá a futuro una poderosa computadora imparta justicia rápida e
imparcial.
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