Santiago Villarreal Cuéllar
Al abordar el tema de la sexualidad
nuevamente reitero el divorcio existente entre sexualidad plena con relaciones
genitales. La primera abarca todo el desarrollo de los estímulos del cuerpo
humano y la segunda se relaciona solamente con el rol desempeñado por los
órganos de la reproducción. No obstante, la responsabilidad es una sola en todo
el entorno relacionado con la sexualidad. Un ejemplo: un simple abrazo entre
dos personas, especialmente cuando son muy jóvenes, cuyas hormonas explotan al
menor contacto, puede desembocar en un juego genital. Allí se necesita
responsabilidad con actos sencillos y hasta inocentes como el abrazar,
acariciar, besar y masajear. No estoy diciendo que no prodiguemos abrazos,
besos, caricias y otros estímulos de la piel. Solo que debemos ser suficientemente
maduros en pensamiento y criterio para saber hasta dónde podemos llegar. Una
persona mayor de edad puede acariciar a una persona menor, pero si ese menor no
ha cumplido catorce años, el código de infancia y adolescencia colombiano
tipifica este acto como delictuoso. De allí la inmensa responsabilidad en
materia de sexualidad.
Pero debemos ser mucho más responsables
cuando decidimos tener relaciones genitales, cualquiera sea la opción asumida.
Es imprescindible el uso del preservativo, no solo para evitar posibles
embarazos, si es con una mujer, sino para prevenir las enfermedades de
transmisión sexual. Aconsejo el uso del preservativo inclusive en las
relaciones conyugales, es decir cuando convivimos con otra persona, ya sea
matrimonio de derecho o de hecho. No podemos seguir confiando en la fidelidad,
debemos ante todo ser prevenidos, mucho más en una sociedad tan promiscua como
la que nos ha correspondido vivir en estas últimas décadas. Si son parejas
jóvenes o adolescentes, con mayor razón pues este constituye el mejor método
anticonceptivo. Cuantos embarazos se pueden prevenir si los chicos utilizan
condones al sotener relaciones genitales. Los padres tenemos gran
responsabilidad al educar a nuestros hijos e hijas sobre la sexualidad.
Enseñemos la pedagogía del condón para convertir en una verdadera cultura su
uso en nuestras relaciones genitales.
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