Santiago Villarreal Cuéllar
Un frasco de vidrio cuyo interior contenía un
líquido color marrón fue utilizado por un curandero para frotar las hinchadas piernas
de una campesina en algún paraje rural; realizando masajes con un pedazo de
trapo, untado del líquido, gastó un cuarto del contenido; mientras frotaba la
pierna, un olor fuerte a alcohol penetró por el olfato de los mirantes.
Interrogado sobre la misteriosa substancia y las bondades terapéuticas,
respondió que se trataba de marihuana dejada en maceración por algún tiempo en
aguardiente, y que servía para tratar y curar el reumatismo. “Desinflama la
hinchazón, alivia el dolor y con el tiempo la enferma se cura,” manifestó el
curandero. En muchas comunidades se utilizan las hojas de marihuana, mescladas
no solo con aguardiente, sino con ron o alcohol etílico para tratar dichas
dolencias. Estas son las propiedades terapéuticas de la marihuana conocidas en
nuestro medio. Sobre las bondades medicinales, substancias que puedan servir
para preparar algún medicamento y tratar alguna patología en particular, no se
tiene conocimiento científico. Ninguna universidad en el mundo entero, hasta la
fecha, ha investigado, comprobado y aprobado el uso de esta planta psicotrópica
para uso medicinal o terapéutico. En los 15 estados de los Estados Unidos,
donde se ha legalizado el uso de la planta con “fines terapéuticos,” no se
tiene conocimiento científico, ni se ha patentado el primer fármaco a base de
alguna substancia extraída de esta planta, que certifique sus bondades
terapéuticas. Su uso sigue siendo el mismo que conocemos en muchas partes:
fumar marihuana para llenar unas necesidades psicosomáticas, típicas de nuestra
sociedad occidental. En algunos países orientales como China, Nepal y Mongolia,
la fuman los sumos sacerdotes de algunas religiones autóctonas, con el noble
propósito de desdoblar su cuerpo y mente, y ver, según ellos, las cosas del
pasado, presente y futuro.
Hago este recuento, en virtud del proyecto de
ley presentado por el senador Juan Manuel Galán al congreso, en cual propone
“legalizar el uso de la marihuana con fines terapéuticos.” ¡Seamos realistas!
La marihuana debe legalizarse para permitir que cientos de miles de colombianos
que la fuman diariamente, a escondidas como delincuentes, puedan hacerlo
libremente como lo hacen con el cigarrillo o el alcohol. El presidente del
Uruguay José “Pepe” Mujica fue audaz; propuso el uso de este psicotrópico para
uso psicosomático. No disfrazó el proyecto de ley con sofismas de distracción;
fue franco, sincero. Para los adictos a la marihuana no existe tratamiento
curativo, y no hay esperanzas por parte de la psiquiatría de encontrar ni
siquiera algún paliativo. La opción es legalizar su consumo.
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