Santiago Villarreal Cuéllar
Parece un sueño que las farc estén reconociendo
a sus víctimas, convirtiéndose así en el primer actor armado de la historia que
en un proceso de negociación y diálogo, tienen en cuenta el daño que causaron a
un gran sector de la sociedad civil. Esta actitud es digna de reconocimiento y
de creer que realmente tienen interés en una verdadera reconciliación. He
releído muchas veces el libro “El Milagro del Perdón,” del Obispo Mormón
Spencer W. Kimball, en cuyas páginas enseña la necesidad de perdonar de verdad
a cualquier ser humano que nos cause algún daño. Las enseñanzas de este teólogo
norteamericano, no son otra cosa que la interpretación del mensaje de
Jesucristo, quien en los evangelios invita a perdonar, a prodigar amor al
prójimo, sin importar que este nos haya causado daño. Pero no solamente los
teólogos de diferentes corrientes cristianas nos enseñan la maravilla del
perdón. Grandes psicólogos como el doctor Wayne Dyer, nos invita a perdonar, como
principio fundamental para liberar nuestra mente del rencor, la venganza y la
ansiedad. Cuando una persona perdona una falta, un error o cualquier ofensa de
otra, siente en su mente (algunos dirán en el corazón) un gran descanso; es
como si nos quitaran una carga de encima; y quien recibe ese perdón, siente esa
maravillosa dicha porque su complejo de culpa se erradica inmediatamente de su
mente. Esa es la paz interior que toda persona busca y espera encontrar en
circunstancias difíciles que la vida nos presenta. Los padres debemos perdonar
a nuestros hijos y estos igualmente deben perdonarnos a nosotros; en la familia
debemos perdonar y buscar que nos perdonen; perdón con nuestros vecinos y con
toda la sociedad.
Por eso me parece tan importante que los
voceros de las farc en la Habana, reciban a familiares de las víctimas, como ya
lo hicieron con algunos, y tuvieron el valor civil, la decencia, la humildad de
pedir perdón. La hija de la familia Turbay Cote, manifestó que ellos habían
pedido perdón con sinceridad; es decir, ella sintió, percibió en su mente (corazón)
que realmente estos señores lo hicieron con un profundo sentido de
arrepentimiento. Igual reciprocidad debe tener el pueblo colombiano con estas
gentes que por años han hecho la guerra contra el establecimiento. No debe existir
razón para el rencor, para la revancha, para no aceptar ese arrepentimiento de
aquellos actores armados que han causado daño a miles de familias colombianas.
Debemos creer en ese proceso de paz, debemos confiar en la reconciliación de
todos los colombianos, debemos tener el heroísmo de perdonar.
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