Santiago Villarreal Cuéllar
Cuando niño recuerdo que al nacer un varón,
los padres buscaban afanosamente el nido de un gorrión para colocarlo sobre las
partes genitales del recién nacido. El mito hacía creer que el bebé tenía sus
testículos demasiado grandes, y aquella pequeña chipa poseía la virtud de
“normalizar” su tamaño. Esto ocurría en la región rural donde nací, pero
posteriormente evidencié en algunas regiones centroamericanas el mismo fenómeno.
Solo que en esas zonas no cazaban nidos de gorrión, sino de colibrí.
Sobre el tamaño de los órganos genitales masculinos
existen muchos mitos; un pene grande es mejor que uno pequeño; los testículos
demasiado pequeños engendran varones y los de tamaño grande, niñas; que el
hombre con testículos grandes es perezoso, en fin. Cuando nace un niño de sexo
masculino, sus testículos son bastante pronunciados, ocasionando la percepción
de ser de gran tamaño. Sin embargo, pasados unos días esos órganos se contraen
para solo volver a descender durante la etapa de la pubertad. Debe tenerse en
cuenta que si uno, o los dos testículos, no descienden pasado este periodo de
la pubertad, significa que han sido absorbidos por el abdomen, o este no
permite su descenso. Es necesario acudir al médico, quien de seguro ordenará
una cirugía para permitir su normal descenso. De no ser así, el adolescente
corre el peligro de ser estéril en su edad adulta pues el calor del interior
del abdomen ocasiona daños al, o los testículos, que inutilizarán estos órganos
reproductivos. Esto no significa que no tenga erecciones, que es un asunto
diferente.
En cuanto al tamaño de los testículos de un
hombre, no existen medidas estándar, y algunos pueden poseer unos pequeños para
su edad, mientras otros los tienen grandes. La mayoría de hombres poseen
testículos que miden entre 23 y 25 milímetros y esto no significa que sean normales,
o más potentes. No obstante, si en la edad adulta, uno, o los dos testículos
aumentan de tamaño, debe acudir al médico pues esta patología no es
normal.
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