Santiago
Villarreal Cuéllar
El
asesinato de una ex-reina de belleza, su esposo y las heridas
causadas a su pequeña hija, prendieron las alarmas en el gobierno
venezolano para reforzar las medidas contra el crimen. El presidente
Nicolás Maduro ha tomado una serie de determinaciones para tratar de
parar la hola de asesinatos. Como sucede en todos los países
sub-desarrollados, los gobiernos miran con preocupación los
problemas cuando estos tocan a grandes personalidades, pero poco les
interesa que cualquier otro ser humano, sin títulos, sin estirpe y
generalmente gente del común, padezca situaciones similares.
Sin
embargo, si observamos la historia de Venezuela, su capital, Caracas,
siempre ha ocupado los más altos índices de delincuencia sobre
otras capitales de América. En la década de los sesenta, setenta y
ochenta, en los gobiernos de los llamados gobiernos democráticos, de
adecos y copeyanos, quienes saquearon el país a su antojo y tuvieron
abandonado al pueblo, Caracas se disputaba el primer lugar con
Wasington, la capital de los Estados Unidos, entre las más
peligrosas de América. En los ochenta, se disputaban el primer lugar
con Medellín Colombia, entre las que más crímenes se cometían. Y
en la década de los noventa Ciudad de México comenzó a pasar la
delantera a Caracas, como la más insegura.
De
modo que no es culpa de los gobiernos de Chávez y Maduro, como
pretenden hacer creer algunos medios internacionales, tendenciosos y
de derecha, que la culpa de esta descomposición sea el llamado
chavismo que gobierna a Venezuela y que de alguna manera se ha puesto
del lado del pueblo necesitado. Repasemos la historia para no caer en
contradicciones y buscar culpables mediáticos.
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