Santiago Villarreal Cuéllar
“Debemos velar noche y día, porque los tiempos del fin están cerca.” Jesús
invita en los evangelios a permanecer vigilantes, porque en cualquier instante
la muerte puede sorprendernos. La trágica y lamentable desaparición del doctor
Sergio Younes, candidato a la Cámara de Representantes, y dos de sus
acompañantes, nos hace reflexionar sobre la fragilidad del ser humano. Cuantos
planes tendría este joven dirigente huilense para su futuro, lo mismo que las
otras dos personas, y en un instante la tragedia traicionó esas metas. No estoy
invitando a ser pesimistas y abandonar los proyectos que hayamos forjado para
nuestro futuro y el de nuestras familias, sino que debemos permanecer atentos
por si este es el último día de nuestra existencia.
Las diferentes corrientes de pensamiento religioso, nos invitan a
comprender la muerte; para el cristianismo, el cuerpo es perecedero y solo el
alma permanecerá viva hasta la eternidad, no sin antes pasar por un juicio
donde se valorarán las acciones, mientras permaneció en la tierra. Para el
islamismo, el alma irá al cielo, si en vida corporal realizó obras benéficas a
los demás y siempre permaneció en oración con Alá. El judaísmo no cree en la
existencia del alma, pero cree que el cuerpo debe guardar ciertos preceptos, y
rezar noche y día. El libro de los Vedas, fuente doctrinaria del hinduismo,
budismo y otras religiones orientales, creen que el alma reencarna en diferentes
cuerpos vivos, en lo que se llama el eterno retorno; quizá ese pedazo de carne
que comerás al almuerzo puede pertenecer al alma de alguno de estos creyentes,
encarnada en una vaca. Para quienes nos acogemos a la ciencia de la biología para
comprender los asuntos de la vida y la muerte, solo nos resta depositar nuestra
semilla (espermatozoides) en el fecundo terreno del ovulo, donde la maravilla
de la vida germinará; de esta forma nuestros genes se perpetuaran, llevando
como herencia cierta parte de la alambrada de nuestra inteligencia, algunos
rasgos de nuestro rostro, cuerpo y hasta algunas costumbres poco deseables.
Pero cualquiera que sea la creencia o la certeza que tengamos de la vida,
existe una ley inexorable: toda manifestación de vida existente en nuestro
planeta perecerá en cualquier instante, sin saber el día, la hora y las
azarosas circunstancias en que llegará esa inevitable muerte. Las leyes de la
química y la física, nos enseñan que la materia no perece, pero se transforma
constantemente. Nuestro cuerpo, al ser constituido de materia, es perecedero y
se transformará en diferentes formas que alimentarán otras manifestaciones de
vida.
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