Santiago
Villarreal Cuéllar
Para
quienes creen que Jesucristo fue el único salvador del mundo,
permítame decirles que no es verdad. Los libros del Nuevo Testamento
dicen que Jesús murió para cargar con los pecados de todos los
habitantes de la tierra, incluyendo los hinduistas, la religión más
antigua del mundo, los judíos, y quienes rendían culto a dioses
paganos de la antigua Grecia y Roma; y seguramente también fueron
salvos los cientos de miles de aborígenes que habitaban la aún no
descubierta América; y lo fueron igualmente los cientos de miles de
negros africanos y toda alma que ocupara cuerpo terrenal. Sin
embargo, mil quinientos años después, los misioneros católicos
vinieron a bautizar herejes y apalear a quienes se negaban abrazar la
fe cristiana. Todavía existen sectas cristianas que consideran impío
a quienes no adherimos a sus doctrinas.
Pero
regresando a los salvadores, en el municipio de Timaná Huila, hubo
una mujer que sacrificó su virginidad, y peor aún, su libertad,
para salvar un pecador. Un pariente por parte de mi madre, llamado
Zacarías, en la década del treinta del siglo pasado, se confesó
con el párroco de esa época y el casto varón, escandalizado por
tan abominable pecado, puso como penitencia, casarse con la primera
mujer que encontrara al salir del templo. Elvira, se llamó la
desafortunada mujer, que en ese momento cruzaba el atrio de la
Iglesia de San Calixto, llevando sobre su cabeza una chipa, y encima
un cántaro con agua del río (en esa época no había acueducto).
Zacarías le comunicó la buena nueva y ella no tuvo tiempo ni
siquiera de avisar a sus familiares pues la ceremonia se realizó en
el acto, sin boatos, ni flores, ni nada de protocolos. Así, esta
bondadosa mujer también fue la salvadora, no de cientos de miles,
sino de un solo pecador.
Siempre
tuve curiosidad de saber cuál era el pecado del tío Zacarías y
antes de morir me confesó: le contó al cura que de ves en cuando se
masturbaba.
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