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9/12/2013

Los celulares producen enfermedad


Santiago Villarreal Cuéllar

¿Usa usted teléfono móvil, o celular? ¿Diariamente lo mantiene prendido, incluso de noche? ¿Lo carga diario sobre su cuerpo, lo coloca debajo de su almohada, o en el nochero? ¿Chatea y envía mensajes permanentemente? ¿Se distrae con frecuencia en el trabajo atendiendo el celular, enviando o respondiendo mensajes? ¿Merodea con frecuencia sitios donde venden celulares, averiguando el último modelo del mercado? ¿Deja de comprar lo necesario por pagar la factura de su móvil? ¿Utiliza el celular para hablar largo rato? ¿Habla por celular cuando conduce carro, moto, o bicicleta? ¿Cree que los celulares son indispensables e imprescindibles? ¿Cree que sin celular no se podría vivir? ¿Cuándo pierde su móvil o no hay señal, entra usted en depresión?
Si respondió afirmativamente, por lo menos siete de estas preguntas, lamento decirle que está enfermo, o enferma. Está sufriendo de una dolencia psicosomática llamada compulsión, o adicción al celular. El equipo en sí, o la señal de células electromagnéticas por las cuales se emite y recibe la señal de los móviles, no se ha comprobado que cause alguna enfermedad. Pero el uso permanente y sin control de este elemento, sí causa adicción, y como cualquier otra compulsión necesita de tratamiento psicológico, o hasta psiquiátrico para mitigar esta dolencia.

Es común ver adultos y niños, absorbidos por este pequeño artefacto. Permanecen extasiados, hipnotizados, enviando o recibiendo mensajes. Estos equipos se han convertido en una entelequia para las personas que solo se comunican por este medio, creando más deshumanización e individualización en los humanos. Lo más triste es que las personas compulsivas a estos aparatos no prestan atención a nadie, ni cumplen sus deberes laborales por atender esa nueva personificación. Amas de casa, obreros, empleados públicos y privados, chatean a cada instante. Muchos funcionarios públicos no atienden bien los usuarios por estar pendientes del móvil. Hasta los policías los ve uno en la calle, en pleno servicio, distraídos enviando o recibiendo mensajes, descuidando su deber patriótico. Como dicen en el Chapulín Colorado: y ahora, ¿quién podrá ayudarnos?         

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