Santiago
Villarreal Cuéllar
Se
abrió el debate sobre los conductores ebrios que causan muerte a
víctimas en accidentes de tránsito. Como ocurre en nuestro país
con los grandes problemas, se pretende trasquilar el cogollo del
árbol causante del problema, en lugar de arrancarlo de raíz. Los
comunicadores, legisladores y gente del común, se rasgan las
vestiduras solicitando penas mayores para estos borrachos
irresponsables que manejan sus vehículos sin medir consecuencias.
Existe
una realidad: nuestro país ocupa el tercer lugar en América Latina,
con el mayor número de alcohólicos. La gran mayoría de los
colombianos somos enfermos psicosomáticos, es decir, somos adictos a
algún tipo de drogas, pero el mayor número lo ocupan los
alcohólicos. Es normal beber cerveza, aguardiente, ron, vinos,
whisky, chicha y guarapo fuerte. Celebran cumpleaños, el nacimiento
de un niño, matrimonios, fiestas patronales, la muerte de un ser
querido, partidos de futbol, el divorcio y hasta la pérdida del
trabajo, tomando licor. Muchas madres gestantes beben alcohol, a
sabiendas que es perjudicial para esa nueva vida que crece en sus
entrañas, y los recién nacidos ven a su padre borracho haciendo
escándalo en el hogar. El Estado patrocina las bebidas alcohólicas
pues casi todos los departamentos poseen licorera, y los impuestos
destinados a la salud provienen en su mayoría del consumo de
alcohol. ¡Vaya paradoja! ¿Cómo pretender entonces legislar para
castigar los enfermos psicosomáticos si el Estado estimula su
consumo? Los grandes medios de comunicación hacen todo un escándalo
alrededor de los conductores borrachos, mientras publicitan toda
clase de bebidas alcohólicas. Se olvidan que según las estadísticas
de la Organización Mundial de la Salud, el alcoholismo es el
causante del mayor índice de mortalidad entre las drogas
farmacodependientes; se olvidan que la mayor parte de la violencia
intrafamiliar tiene sus causas en el consumo de alcohol. Es más
peligroso un borracho alcoholizado que diez consumidores de
marihuana. Sin embargo, esta última es prohibida y a diario capturan
personas con su dosis personal.
El
problema del alcoholismo tenemos que abordarlo desde el ámbito
sanitario. En mi concepto se debe legislar para que el Estado asuma
el tratamiento médico de estos enfermos, cuya mayoría requiere ser
valorada y tratada por psiquiatras. Debe ser una campaña de salud
integral, donde reciban terapia, medicamentos y un estricto
seguimiento por el resto de sus vidas, pues las enfermedades
psicosomáticas no son curables, pero sí tratables. La legislación
también debe prohibir la publicidad de las bebidas alcohólicas por
cualquier medio, así como se hizo con el tabaco. Puede parecer
difícil, pero es más razonable que llenar las cárceles de
borrachos.
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