Santiago
Villarreal Cuéllar
En algunas regiones
latinoamericanas, cuando muere un humano, algunas personas dicen ver
el alma del difunto. La miran en forma de sombra, con figura humana
de color blanco como la nieve. Esa figura nunca pisa la superficie de
la tierra y parece que flotara en el ambiente. Pero también escuchan
el silbo del alma; es un silbido agudo y prolongado que hace crispar
la piel del oyente. En algunas regiones del sur de México y
Guatemala, suelen ver los pies del muerto, de las rodillas para abajo
y siempre acostado; el resto del cuerpo parece desvanecerse en una
nube gaseosa. Estos fantasmas son vistos siempre de noche y
específicamente en la oscuridad total.
En la mentalidad humana,
influida por las doctrinas cristianas, el concepto de bueno y malo es
bastante arraigado; Dios y diablo, son dos figuras inseparables que
representan el bien y el mal, materializadas en los colores blanco y
negro, el primero positivo y el segundo negativo. En nuestra cultura
cristiana se rinde culto a los muertos, de allí que nadie desea un
muerto malo. La persona en vida puede haber sido muy malo, según el
concepto cristiano, pero al morir, automáticamente se vuelve bueno.
Quizá por esa razón todas las almas son de color blanco, porque
nadie quiere un muerto malo, o negro. Esa cultura católica nos ha
enseñado, que rezando a los muertos, su alma se salva y se va para
el cielo; volvemos al color blanco, toda alma es blanca (buena). En
cuanto a los silbos, se debe quizá a la imposibilidad de imaginar
cual será el lenguaje de un difunto. Al morir un ser humano se
pierde el lenguaje, o la lengua celestial es desconocida para el ser
viviente, por lo que la forma más natural de expresarse un difunto
es a través de silbidos. Para finalizar diré, que todas esas
figuras blancas y sonidos agudos de los difuntos, solo se encuentra
en la maravillosa imaginación humana. El hombre sueña y vive de
utopías.
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